Hay un renacer intelectual del darwinismo social, con base científica.
Esta concepción de la evolución de las sociedades, que tuvo su apogeo en el último tercio del siglo XIX, cayó en descrédito por su falta de sustento científico pero sobre todo por haber servido de ideología al colonialismo y el racismo. Pero no nos alarmemos. Su retorno con base científica lleva a una conclusión diametralmente opuesta a la tradicional.
Lo que hoy conocemos como darwinismo social tomó forma con los escritos de Herbert Spencer, filósofo inglés, quien precedió a Charles Darwin. El concepto clave de Spencer, “la sobrevivencia del que mejor se adapta” fue unida al concepto de selección natural del “Origen de las especies” para justificar que el hombre blanco, cuya sociedad era la más desarrollada e innovadora, colonice a las otras. Rudyard Kipling denominó al colonialismo “la carga del hombre blanco”: la costosa obligación del ser superior para con la humanidad.
Hoy, Edward Wilson, entomólogo estadounidense, partiendo de Darwin, funda la sociobiología; el estudio del sustrato genético del comportamiento social del hombre.
La “sobrevivencia del que mejor se adapta” tiene vigencia. El egoísta tiende a prosperar más que el altruista. Dentro de una sociedad “paga” ser individualista. Pero las sociedades de individualistas sucumben ante aquellas en que sus integrantes cooperan para alcanzar el bien común, y que por lo tanto son más complejas y más pobladas.
Por otra parte, en las sociedades en que no hay cabida para el avance individual, no hay innovación y se estancan.
El éxito de Homo sapiens es su excepcionalidad de seleccionar tanto para el beneficio personal como para el del grupo. Esa dualidad la separa del resto de seres y explica su acelerada evolución.
Nuestros parientes cercanos, los chimpancés, al igual que la mayor parte de las especies superiores, seleccionan por egoísmo: sus sociedades son simples.
En el mundo invertebrado, las hormigas y termitas, además de abejas y avispas, el individualismo no existe. La familia de hormigas y termitas dominan el mundo de los invertebrados de manera tan contundente como el hombre el mundo vertebrado. Pero en cien millones de años de existencia ninguna de sus especies ha evolucionado.
El que haya un sustrato genético a la condición humana no quiere decir que la subjetividad se reduzca a la herencia biológica. Pero en el criterio de Wilson es el punto de partida para poder explicar hacia dónde puede ir la humanidad.
La Sociobiología es ya parte del pensamiento social, y hay que familiarizarse con ella, bien sea para aceptarla o combatirla. Se puede empezar con el más reciente libro de Wilson, para un público general, “La conquista social de la tierra¨ (Editorial Debate, 2012).