Amarras ideológicas y sectarismo impiden a ciertos sectores políticos y sociales condenar autoritarismos presentes o pasados, así como violaciones a los derechos humanos. Es una aberración rechazar el procesamiento de policías o militares y justificar las torturas, vejaciones y asesinatos. No puede haber dobles raseros. La misma condena merecen las faltas cometidas por la derecha febrecorderista y pinochetista o la izquierda castrista y chavista.
En Chile cierta derecha reaccionó estos días con indignación porque el gobierno del presidente Piñera decidió cerrar una cárcel en la que militares y policías culpables de violaciones a los derechos humanos disfrutaban de privilegios. El mandatario que proviene de ese arco político habló claro y fuerte contra el pinochetismo y sus pecados, lo que enojó a varios de sus correligionarios que aún profesan admiración por el fallecido general.
Mientras, en Ecuador todavía persisten voces que consideran que el informe de la Comisión de la Verdad, unas de las bases del procesamiento judicial iniciado contra nueve militares y un policía, es sesgado e injustificado. Deberían leerlo y enterarse de los crímenes de los 80, cuando gobernaba el derechista León Febres Cordero.
La izquierda no se queda atrás. Muchos en este sector se mantienen sordos y mudos frente a las violaciones a los derechos humanos que se registran en Cuba o Venezuela.
Bien que en Ecuador se avance hacia el procesamiento de violadores de los derechos humanos. Mal que se justifique un presente de acciones autoritarias, la constante denostación de obra y verbo contra opositores y las repetidas violaciones al principio de igualdad ante la ley y al de la libertad de expresión.
De la mano de Febres Cordero, Ecuador vivió una etapa oscura. Se persiguió, encarceló, torturó, asesinó y desapareció a docenas de personas, la prensa independiente vivió momentos difíciles y el poder Judicial fue intervenido. Corrían los tiempos de la guerra fría y el discurso contra el comunismo y el terrorismo era pan de cada día. Hoy la situación es otra, pero persisten violaciones a derechos fundamentales como el disenso y la libertad de expresión.
El gobierno chileno ha pedido a la derecha que rompa con lo que fue la dictadura, que no trate de justificar lo injustificable –los crímenes contra opositores e inocentes–. Piñera, quien fue un detractor del gobierno militar, ubica a la derecha moderna donde debe estar: comprometida con la democracia, el respeto a la ley y las libertades.
La ecuatoriana debería intentar algo similar. Si lo hace condenará sin tapujos las violaciones durante el gobierno de su caudillo Febres Cordero. No pueden quedar impunes. ¿Y la izquierda? No hay que mirar lejos para saber qué derechos están siendo violados. Olvídense de los fines superiores. Para los derechos humanos no hay atenuantes.