El resbalón

El 1 de septiembre fue otro de los días grises para las comunidades amazónicas, afectadas por las plagas de la irresponsabilidad, de la negligencia, de la politiquería, de la corrupción y de la impunidad. No bastó con que se juntaran la pandemia del covid 19 con el derrame de gran magnitud ocurrido el 7 de abril y del que aún se siguen sintiendo los estragos en las comunidades. Un derrame más. Una mancha más. Así se ha ido embarrando de crudo la historia amazónica de los últimos 40 años.

Cuando el padre José Miguel Goldáraz, misionero capuchino, se dirigía al juez de la causa en su Amicus Curiae, le dijo una frase premonitoria: “El petróleo es resbaloso, se va a caer”. Y en efecto, el juez Oña, patinó en él. Resbaló. Y claro que se cayó, pero seguramente le recibieron en brazos los abogados de las empresas OCP y Petroecuador y los abogados del Estado, que vienen a representar a los mismos intereses.

El juez se enredó en un laberinto jurídico insostenible para dictar una sentencia insostenible. Las comunidades demandaban un amparo constitucional porque sus derechos humanos han sido vulnerados. Amparo es sinónimo de protección. Y constitucional porque cada uno de sus derechos, y los de la naturaleza, están escritos en la Constitución. Pero el juez metió el sentido común en un saco de leguleyadas y dio un veredicto al mejor estilo de Pilatos: se lavó las manos —diciendo que los demandantes debieron ir a otra instancia— y ahora las tiene también embarradas.

Como suele suceder en nuestro intercultural país en el que nada de intercultural se aplica, el juez citó a un perito waorani para la traducción, pero claro, el waorani no habla kichwa y los demandantes y afectados son en su mayoría kichwas. Ahí también patinó el juez. Luego pidió paciencia hasta que se incorpore a la audiencia una persona kichwa, perita calificada, dijo, para traducir la sentencia. Y llegó la traductora media hora después de la convocatoria y sí, hablaba kichwa, pero no entendía nada de los términos jurídicos utilizados por el juez Oña. Los demandantes, además de sentir el peso de la injusticia, tuvieron que aguantar la farragosa lectura de la traducción en mitimiti: mitad kichwa, mitad español.

El juez Oña se resbaló y cayó. Y las comunidades una vez más han sido golpeadas por la desidia y quemeimportismo institucional. No es suficiente repartir botellitas de agua como favor o uno que otro kit de alimentos. No es suficiente una limpieza tapando con tierra como hacen los gatos con sus porquerías. La Amazonía necesita una reparación integral. Y su gente no necesita caridad como compensación a todo lo que han perdido y a la rasquiña en la piel de sus niños. Su gente necesita poder alimentarse, recibir atención médica adecuada, tomar agua limpia y ser tratada con respeto.

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