En el anterior artículo de esta serie sobre la intolerancia humana comencé a explorar el reforzamiento, por experiencias negativas, del rechazo inicial hacia “lo diferente”. En este complemento, dicho análisis.
También actúan para confirmar y reforzar las actitudes de resistencia, rechazo, desprecio y hasta odio hacia “lo diferente”, al menos tres formas de compensación de los sentimientos de inseguridad que están en la base de la intolerancia. Estas constituyen diferentes maneras de buscar una mayor sensación de propia fuerza y seguridad, de afirmar el “yo”, y así tratar de compensar la, a veces, aplastante sensación de propia impotencia e inhabilidad psicológica, emocional o intelectual para enfrentar adecuadamente los desafíos y las angustias de la vida.
La primera de estas formas de compensación se manifiesta en actitudes o acciones de abuso de poder. Pueden incluir la repuesta de un jefe que a una consulta o un cuestionamiento responde “¡Porque yo digo!” Puede ser el acto de ‘bullying’ del niño de escuela o de colegio. Puede ser, en una de sus más claras expresiones, el fenómeno que Erich Fromm llamó“narcisismo grupal”, que es el intento del individuo psicológicamente frágil de compensar sus inseguridades uniéndose a un grupo “fuerte”–los camisas cafés de la juventud hitleriana, por ejemplo- y emprendiendo acciones prepotentes como miembro de ese grupo, acciones que no se atrevería a realizar sin la protección del mismo.
La segunda forma de compensación consiste en tratar de demostrar la superioridad de las propias ideas y creencias y en elevarlas al nivel de dogmas, de donde viene el término “dogmatismo”. Muchos de los peores horrores de las muchísimas masacres que se han dado históricamente entre grupos humanos responden, precisamente, a intentos por imponer “la verdadera fe” o alguna otra variedad ideológica, política o ética de “la verdad”. Esta es, a mi juicio, la forma más perversa de la intolerancia humana, porque involucra de manera irracional a las ideas que, siendo producto de la razón, no permanecen fieles ella.
La tercera forma de compensación consiste en pretender demostrar superioridad, en general, a través de un amplio irrespeto por los demás. Ejemplos incluyen al padre que no respeta y trata de cambiar la selección de carrera de su hijo; al profesor que pretende satisfacer su lujuria a cambio de buenas calificaciones; al empleador que no respeta el derecho de sus trabajadores a ser tratados de manera digna; al ciudadano que no respeta a otros que están en una fila, y se pone delante de ellos. En todos estos casos, la intolerancia nacida de inseguridades se hace mayor por la creencia que el hijo, el alumno, el trabajador o el conciudadano no merecen el menor respeto.