¿Por qué debe irse Romo?

La Ministra de Gobierno enfrentará una interpelación en la Asamblea. Los motivos calificados por Fiscalización se refieren más a responsabilidades de la Policía que a las suyas: uso de bombas caducadas y lanzamiento de estos objetos en centros donde se acogía a los manifestantes, durante las violentas protestas de 2019.

María Paula Romo, ante la decisión, se califica como trofeo consuelo de los perdedores de octubre pasado, dispuestos a todo. Romo se puso al frente de una situación difícil y el manejo que el Gobierno hizo de la crisis evitó un descalabro en el cual estaban interesados quienes querían recuperar el poder y evitar los juicios que se venían. Hasta ahí, todo bien.

Pero volvamos un poco más atrás la película. Esa visión heroica olvida que los hechos no salieron de la nada. Hubo al menos dos errores bastante reconocidos: una decisión político-económica durísima sin consenso ni explicación suficientes: si los subsidios ni siquiera estuvieron en los diálogos nacionales, iba a haber una gran reacción. El otro se ha repetido hasta la saciedad: falló la inteligencia.

Los asesores y los hacedores de Carondelet se equivocaron. El daño económico fue más grande que lo que se esperaba recuperar con una medida que, como se vio después, tenía otras fórmulas posibles. Y no hablemos del daño a la estabilidad y la ruptura del tejido social. Hubo muertos y heridos y gravísimos daños a la propiedad pública y privada.

¿Quien, por parte del poder, es el responsable? El Gobierno en general, y la Ministra que salió a poner la cara, en particular. Los otros que apoyaron la decisión que encendió la chispa no se la jugaron y solo aparecieron cuando había que hablar de diálogo y de paz.

Después de los hechos de octubre, Romo -que llegó al cargo en septiembre del 2018- fue ganando espacio, en parte porque tiene pretensiones políticas y en parte porque necesitaba protegerse de las asechanzas desde la Asamblea, donde el año pasado logró el archivo de dos pedidos de juicio en su contra.

No ha habido casi ningún tema importante del que no haya sido protagonista, incluyendo, desde luego, la crisis sanitaria. En julio encabezó la terna para reemplazar a Otto Sonnenholzner en la Vicepresidencia y recibió un rotundo no de la Asamblea. En agosto, 123 asambleístas exigieron al presidente Lenín Moreno que la removiera cuando se habló de reparto de hospitales a cambios de votos.

Nunca se sabrá por qué Romo no cumplió el papel, ya abandonado por sus antecesores, de mantener un buen clima con el Legislativo. Se ha escuchado que el Gobierno renunció desde temprano a negociar con asambleístas chantajistas, pero no hubo denuncias.

Romo debiera irse, pues el Gobierno debe asumir un precio por octubre del 2019, y ella fue la más visible. Lo malo sería que se vaya por causales erradas y con votos descalificados. Pero esa es la política. Y ella lo sabe.