Hace pocos días atrás acaba de publicarse en Diario El País una nota que me ha parecido sugerente. Se trata de los “hogares burbuja”. De una nueva forma de convivencia social que parece estar tomando forma en algunos países de Europa como una medida para frenar el contagio de la covid-19.
Y es que la situación, en lugar de mejorar, ha tendido a agravarse en el Viejo Continente. Desde inicios de octubre el número de infecciones diarias es cinco veces mayor que hace tres meses (en julio era de 15 mil y ahora es de aproximadamente 84 mil). Se registran ya 6,3 millones de contagiados y casi 240 mil muertos por el virus.
Frente a este rebrote e incremento exponencial de la covid-19, algunos países europeos se han visto obligados a incrementar las restricciones. En España, específicamente en la Comunidad de Madrid, se ha vuelto al confinamiento. De igual modo en Irlanda. Esto mientras en el Reino Unido, Alemania o Francia se trata de aplicar otras medidas para neutralizar el incremento diario de los contagios y cuidar de algún modo la economía.
Es que mientras no exista una vacuna y tratamientos efectivos contra el virus la amenaza se mantendrá latente. No obstante, hay una alternativa que incluso podría aplicarse en Ecuador. En lugar de recurrir a un confinamiento duro y estricto, la salida pasajera está en apuntar a una nueva forma de convivencia basada en lo que se ha llamado como “hogares burbuja”. O sea, significa reducir a la mínima expresión las interacciones de las personas fuera de las actividades esenciales.
No se trata de imponer el toque de queda o de restringir la movilidad de las personas. Se trata de evitar las interacciones sociales más allá del núcleo familiar. Es decir, evitar encuentros con personas que no vivan bajo el mismo techo.
Esto es más fácil de aplicar en países del norte de Europa donde, por lo general, las familias son cada vez más pequeñas y los patrones culturales no fomentan un alto grado de interacción social.
Eso explica parcialmente que el número diario de contagios no afecte tanto a países como Suecia, Noruega, Dinamarca o Finlandia.
Pero en España, donde las familias suelen ser extensas y las interacciones sociales más intensas, es más difícil de aplicar medidas de este tipo. Y es que tampoco hay muchas alternativas.
Si hay pocos casos se puede controlar la situación con buena capacidad de rastreo y de diagnóstico. Pero si la circulación del virus es más alta y el número de contagios tiende a subir, es inevitable la aplicación de restricciones.
Si no hay la posibilidad de aplicar medidas duras por el efecto que puede tener en la economía, la alternativa es justamente reducir los niveles de interacción social para evitar la posibilidad de mayores contagios. Los hogares burbuja, junto al uso de mascarillas, distanciamiento social y lavado de manos, no va evitar pero si reducir la probabilidad de contagio. Algo que deberíamos tomar en cuenta para el caso de Ecuador.