Contracción a corto plazo
La economía ecuatoriana terminó el año pasado con el tanque de combustible casi vacío. En el último trimestre apenas creció 0,1% respecto al trimestre previo y 0,8% comparado con igual período del 2017.
Al hacer la evaluación del año completo, lo que se observa es un auto a punto de pararse, lo cual no significa recesión ni nada por el estilo, pero sí evidencia que el ritmo de crecimiento es cada vez más lento.
Si esta tendencia se mantiene es probable que en algún momento de este año haya una contracción económica. Eso ya sucedió en el 2016, cuando la economía cayó por primera desde que el país adoptó la dolarización en el año 2000.
Las recientes proyecciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), a propósito de la carta de intención aprobada el mes pasado, apuntan precisamente en esa dirección y señalan que la economía ecuatoriana se contraerá 0,5% este año. Esta previsión es la más actualizada que ha realizado un ente internacional.
El Banco Central del Ecuador todavía mantiene una proyección de crecimiento del 1,4% para este año, mientras que la Comisión Económica para América Latina (Cepal) estimó en octubre pasado que esa cifra estaría en 0,9%.
Ambas estimaciones tendrán que revisarse en función del acuerdo con el FMI y lo más probable es que bajarán, ya que la carta de intención con el Fondo Monetario contempla una serie de medidas para sanear las finanzas públicas y eso implicará un recorte progresivo del gasto público.
Para una economía que ha sido dependiente del gasto público, un recorte implicará necesariamente una reducción del crecimiento, ya que no es probable que las otras variables que empujan la producción -como la inversión o las exportaciones- tengan un gran desempeño.
Lo ocurrido el año pasado deja ver lo complicado que resultará volver a crecer en el corto plazo. En el 2018 no se redujo del gasto en el sector público no financiero, es más, este creció 6% pese a los anuncios de austeridad del Régimen. El pago de sueldos y salarios creció 3% respecto al 2017, la compra de bienes y servicios subió 22% y el pago de intereses de deuda pública, tanto interna como externa, creció 21%.
El ajuste estuvo en la inversión pública, que cayó 25%, pero no fue suficiente.
El Gobierno continuó endeudándose, se benefició de un precio más alto del barril de petróleo y atrajo inversión extranjera por USD 1 401 millones, el monto más alto en dolarización. Pese a lo anterior, la economía tuvo un pobre desempeño económico.
Para este año hay el compromiso de reducir en serio el gasto público, tanto en salarios como en la compra de bienes y servicios y en inversión pública. El escenario para los productos de exportación, en el mejor de los casos, se mantendría igual.
El costo de sanear las finanzas públicas será una contracción económica en el corto plazo. Una reactivación sostenida dependerá de reformas estructurales.