Informó este Diario (23 septiembre) que una persona sin trabajo “abrió un restaurante”. Con ese dato vino a la mente seguir su ejemplo y fundar un restaurante para preparar el alimento de última moda: empanadas, pero no de seis dólares, sino máximo de tres. Si alguno busca más barata, la ofreceremos de yuca. Tanta rebaja en el precio es posible porque aprendí, en mi lejana juventud como ayudante de panadería a reducir costos mezclando la masa solo con grasa vegetal, en vez de manteca de chancho.
Para el inicio, conseguiré un préstamo “no reembolsable”, en el Seguro. A la hora de pagar seguiré el ejemplo ya conocido: entregaré un bono y todos contentos, porque deuda y pago se igualan “tas con tas”, en el lenguaje de altas finanzas.
En estos tiempos, para obtener una Asesoría en la Presidencia de la Asamblea, no solo se debe conocer de leyes, si no de cocina: las mieles del poder se amplían. También hay que ser afiliado al partido o movimiento de la señora Llori.
Tanto se quejaban por falta de atención a la clase indígena que, en la Asamblea de Montecristi (cuando reinaba S.M Rafico) incluyeron este principio, en su lenguaje: “Ama killa, ama llulla, ama shwa. No ser ocioso, no mentir, no robar” (Constitución, Art.83, número 2)
A poco, la diputada Cerda del partido pachakutik, contradijo el principio Ama sahwa. Hablando públicamente aconsejó a grupo indígena: “Eso les dije, si roban, roben bien, justifiquen bien, no dejen que les vean”.
No pidió disculpas. El jefe máximo de Pachakutik adujo que esa cita la han sacado de contexto y que presenten denuncia. La jefa máxima, señora Llori, no dijo: “ni chis ni mus”. El que calla ¿otorga?
El principio Ama killa (No ser ociosos) practican indígenas y campesinos que labran la tierra, siembran, cosechan y producen alimentos. Ellos no son ociosos. Con su trabajo es factible alimentar a los ecuatorianos de escasos ingresos económicos que los obtienen trabajando duro y parejo.
Si por aniversario la madre de la casa ofrece empanadas, compra de esas que se llaman “de viento”, hechas con harina de trigo y con relleno de queso. Cuestan tres dólares: la mitad de una de las de la Asamblea.
Los ciudadanos comunes acudimos al trabajo tomando cafecito reforzado con un banano; y, si es posible, con un huevo de gallina pintona y coqueta, hervido en agua o frito. Nuestra economía no nos permite consumir otros alimentos.
Apreciado lector: espero su colaboración para el éxito de mi restaurante. En materia comercial lo duro es la competencia, pero tengo fe de que con precios bajos y descuentos, mis empanadas de queso se venderán como pan caliente. Si me alcanza la plata, ofreceré también bebidas gaseosas y aquellas que hacen hablar bonito, sin necesidad de gritar y mantener el puño en alto, pues con la oratoria actual ya no convencen casi a nadie.