Los sindicatos son un grave problema; la contratación colectiva aún más. Correa insiste en ello. Los ‘patrones’ así lo argumentaron ya que los sindicatos limitaron la explotación, el mal trato, lo arbitrario en el trabajo; lograron derechos para todos y mejoras en las condiciones de vida, y sin distingo ideológico, aportaron a la democracia e igualdad social.
Fueron buena protección del trabajador y la contratación colectiva su mejor medio. Pues, una ley puede ser contornada y hay gobiernos que deshacen lo justo, limitan o impiden la ley. Por eso, la contratación colectiva, que tiene valor de ley entre empleador y empleados, fue su garantía. Deshacer, aminorar o anularla es en los hechos dejar menos protegido sino desprotegido al trabajador. Mientras al trabajador del subempleo y desempleo es responsabilidad estatal el protegerlo.
Hay diversas corrientes sindicales. Unos aportaron a la defensa del trabajador y del conjunto de la sociedad, tenían proyecto de sociedad y organización. Unos sindicatos siguen en el pasado y requieren innovación. Pocos sindicatos contribuyen a modernizar el aparato productivo o a incentivar la productividad como pasa en Europa. Ciertas prácticas fueron abusos en el sector privado pero sobre todo en el público, en particular cuando predominan abogados sin escrúpulos, y se defiende intereses particulares sin considerar la condición de la empresa o del Estado o de la sociedad.
Puede entenderse así en parte las justificaciones de Correa contra el sindicalismo público y va a anularlo por completo. Pero los abusos no justifican su desaparición. El Estado es un empleador, uno muy particular, pero mañana puede llegar un Gobierno que no respeta al trabajador ni a la ley. Conviene regular mejor al sindicato público.
AP otra vez vende la protección de sectores sin relación de dependencia (autónomos, amas de casa…), que puede ser un paso más a un Estado de Bienestar, para justificar la desregulación laboral y su antisindicalismo. Lo que los neoliberales soñaban será ley y la sociedad perderá uno más de sus actores con la fuerte ‘desindicalización’ que vendrá.
Según Correa, habría sindicatos buenos y malos, no estaría contra los sindicatos, simplemente tendrían que estar en el buen lado; un PRI ecuatoriano.
La lucha social acabará por volverse de enfrentamiento, de poca negociación y acuerdo que suponen mutuo respeto y normas que reconocen protección al trabajador ya que está en posición de desigual ante el empleador; y eso a pesar de leyes que fomentan derechos y al Estado como su garante. Correa atrinchera los sindicatos a la inanición.
Son los ‘radicales’ ultristas que ganan cuando los derechos y las instituciones universalistas son devaluados. No se crea así un sistema que valga para largo plazo; se fomenta un sindicalismo clientelar para ser simple apoyo al Gobierno, no al trabajador.