Esta semana, el mundo fue testigo de dos sucesos internacionales que cambiarán, sin duda, el curso de la economía política internacional, que es necesario diseccionar. Y, por supuesto, los dos conllevan lecciones directas para el Ecuador.
El primer caso es Grecia. La agresiva estrategia de la izquierda de radicalizar posiciones y –supuestamente- poner contra la pared a los acreedores usando a última hora la angustia popular, resultó un bumerán.
Tsipras tenía una buena parte de razón sobre la torpeza de ajustes draconianos, pero en lugar de presentar una contrapropuesta más realista, y de construir una estrategia con Europa basada en la confianza, optó por todo lo contrario: desde humillar a sus colegas con contrapropuestas en papelitos escritos a mano, hasta esconder cifras bajo la alfombra. Incluso el Instituto de Estadísticas griego quedó en entredicho.
Es cierto que no solo lo fue culpa de Tsipras, sino de todos los gobiernos desde finales de los 90, pero eso no exime al Estado griego en su conjunto. Grecia es el caso más ilustrativo de cómo una postura ultrasoberanista, que olvida las condiciones reales de un país y no tiene una estrategia de salida, puede ser nefasta. Todo terminó en un asunto de confianza. Grecia se mintió a sí misma y a los demás por muchos años, por tanto, no tuvo autoridad para imponer condiciones.
Estados Unidos tomó el camino opuesto con Irán al reconocer su papel histórico en Oriente Medio. Durante los últimos cuatro años, la administración Obama se concentró en crear un escenario de confianza para poder lograr lo imposible: un acuerdo para limitar el enriquecimiento nuclear iraní. No solo que tenía en contra la ácida oposición del Congreso de mayoría republicana, que estuvo dispuesto a hacer lo impensable (incluyendo escribir directamente a los ayatolás diciéndoles que no respetarán ningún acuerdo firmado por Barack Obama) con tal de detener las negociaciones, sino también la desleal oposición de Israel y las potencias sunitas en Oriente Medio, con Arabia Saudita a la cabeza.
En varios momentos, el proceso tuvo todo en contra y, sin embargo, prosperó por tres razones fundamentales. Primera: era la única opción pacífica; la otra opción era los ataques militares que a) podrían desatar una guerra regional, y b) empujar a Irán mucho más cerca de las ojivas. Segunda: la política económica petrolera: liberar el petróleo iraní era beneficioso para todos, especialmente para China. No solo garantizaban libre suministro sino presionaban el precio a la baja por largo tiempo. Tercera: Irán es necesario para generar un equilibrio de fuerzas entre sunitas y chiitas en Oriente Medio que, en el largo plazo, pueda detener a la milicia del Estado Islámico.
La moraleja para el Ecuador es que se pueden sintetizar en las palabras de Obama esta semana: “Incluso con tus adversarios, debes tener la capacidad de ponerte en sus zapatos del otro y entenderlo”.
Sobra decir para quiénes va el mensaje.
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