Extrañas alianzas se producen entre personas colocadas en los extremos, en temas se parecen tanto que es difícil diferenciarlos. Asumen compartir “enemigos” comunes, reales o imaginarios, usan rótulos unificadores de los otros, por ejemplo, ”progre”, “bolchevique”, “feminazi”, así todo el que sostiene de forma diferente la realidad es reducido a una etiqueta, no importa si se trata del ambiente, los derechos, la sexualidad o el aborto, esas etiquetas eliminan las diferencias, reducen todo a un blanco o negro.
Los extremistas se convencen que quienes no piensan como ellos son ingenuos, desinformados o mal intencionados; sin importar lo que el otro sostenga si esto no cuadra con su comprensión del mundo, lo consideran equivocados. Asumen que sus valores son “verdades científicas” o “verdades reveladas”, por eso los demás engañan o son engañados.
Los extremistas afirman enfrentar a un “complot”, quienes no comparten sus posiciones no son personas defendiendo una idea, un derecho, un valor, son grupos identificados con neomarxismo, defensores de la libre empresa que solo quieren incrementar sus ganancias, representantes del Imperio o del “lobby gay”. Estados controladores, mercado pervertido, ONG’s mañosas, funcionarios internacionales, son identificados como los causantes de todo. Así, extremistas situados -en apariencia- en las antípodas se unen, sean autodenominados militantes de izquierda o libertarios, neomachistas, populistas, conservadores y religiosos se juntan para acusar en coro al feminismo de neomarxismo, se inventan la existencia de una supuesta “ideología de género”, atacan a quienes piden respeto a la diversidad porque, dicen, buscan confundir a los niños, o sostienen que explicar en el colegio la biología humana es fomentar la sexualidad infantil, equiparan la defensa de la orientación sexual de personas autónomas con la zoofilia o la pedofilia o que se violan libertades. Sostienen que hablar de “nuevas masculinidades” es adoctrinamiento. Aplauden el insulto y lo justifican con el “alguien tenía que decirlo”, en tanto afirman que una crítica a esos insultos es producto de lo “políticamente correcto” o de la intolerancia.
Por cierto, en el feminismo, en el movimiento que defiende los derechos de la diversidad sexual o el medio ambiente, existen extremismos, pero ni el feminismo, la lucha contra la no discriminación o el ambiente puede reducirse a estos extremos.
Entender, respetar y promover la diversidad es precisamente lo contrario a lo que profesa cualquier extremismo, es una búsqueda de condiciones para que todas las personas puedan vivir en libertad de acuerdo a sus creencias, orientaciones, preferencias, no sean perseguidos o castigados por ser como son, asumiendo que los límites están en los derechos de los otros. Es simple, los extremistas se juntan, aunque profesen ideas diferentes, porque a cada uno le gustaría que su forma de ver el mundo sea impuesta a los demás.