Lo sucedido con el australiano- ecuatoriano es un caso de referencia en varias materias de derecho internacional, en particular de la institución del Asilo y es, para muchos, un ejemplo de protección internacional a los derechos de una persona en riesgo por debelar información de interés público que ponía en evidencia actuaciones poco éticas de estados poderosos. Es cierto, al momento de asilarse pesaba en su contra una orden de extradición de Suecia por delitos sexuales, pero se alegaba que esto era parte de una persecución que tenía como objetivo detenerle y posteriormente extraditarle a los Estados Unidos, país en el que temía ser tratado inhumanamente y en el que podía ser condenado a la pena de muerte; en tanto, en Reino Unido, violaba su libertad condicional cometiendo un nuevo delito.
En este primer acto, Ecuador parecía un referente mundial de actuación soberana, enfrentándose a tres estados poderosos para brindar protección a una “víctima de una persecución política”. El discurso de los derechos humanos y la soberanía ganó adeptos a nivel interno y externo, no siempre estuvieron claras las motivaciones para tomar esta decisión, hay quienes sostenían que debía mirarse como un ejemplo de respeto a los derechos humanos de un perseguido por revelar la podredumbre del poder. Siempre existió la sospecha de que Correa usó este caso para cubrir las restricciones a los derechos que imponía en el país y ganar fama internacional.
Assange se convirtió con el tiempo en un huésped incomodo, las presiones de los países involucrados, la larga convivencia en un espacio reducido, el irrespeto a las condiciones del Asilo, en particular la intervención en asuntos políticos de otros estados, la imposición de reglas de convivencia que se decía violaba sus derechos, deterioraron la relación con un gobierno que, en sus primeros meses, le concedió la nacionalidad ecuatoriana como parte de una estrategia para llevarlo a un tercer país.
La entrega de la nacionalidad, el segundo acto de esta historia, sin duda es un episodio indigno: se prepararon reglas ad hoc, se alteraron documentos y se falseó información para tratar de forzar la protección diplomática. Esta acción develó un profundo irrespeto al principio de buena fe que regula las relaciones entre los estados, un abuso del derecho y un claro fraude a las normas. La estrategia falló y precipitó el desenlace.
Es claro, como ecuatoriano no podía ser extraditado, pero tampoco podía mantenerse en calidad de asilado. Finalmente, el retiro del Asilo -sin duda es un acto soberano, al igual que su concesión- abrió la puerta a un cúmulo de problemas jurídicos.
Assange sigue siendo ecuatoriano, no existe la figura de suspensión de la nacionalidad y todo procedimiento en esta materia debía seguir una vía judicial; es seguro, la última decisión no cerró esta historia, abrió la puerta a un tercer acto que parece no tendrá un final feliz para Assange y para nuestro país.