Malas noticias para las negociaciones de La Habana. Mientras las FARC no hagan un reconocimiento categórico y sin matices de su responsabilidad como victimarios, sus declaraciones –y sus actos– solo van a contribuir a reforzar la incredulidad, el escepticismo y la desconfianza, ya muy amplios.Y la negociación seguirá estancada.
Allá en la isla deberían preguntarse qué afecta más la salud del proceso, si los infinitos cuidados con los que le dan rodeos y le buscan justificaciones históricas, circunstanciales y semánticas a reconocer lo que han hecho, o acciones como el asesinato, el miércoles, en el norte del Cauca, de los guardias indígenas Manuel Antonio Tumiñá y Daniel Coicué, atribuido al sexto frente, del bloque que comanda Pablo Catatumbo, uno de los negociadores.
Al paso que va, el punto de víctimas puede convertirse en el más largo y tortuoso de la negociación. Empezó bien, con el anuncio clave de un acuerdo en torno a 10 principio. Pero eso fue en junio. Y, aunque las víctimas han ido a Cuba y se conformaron comisiones para tratar en paralelo otros asuntos sensibles, desde agosto no hay avances. El estancamiento se debe a que las FARC se encuentran, probablemente, en la encrucijada de su vida.
Para que el proceso avance de modo creíble, tienen que dar el paso de reconocer que han victimizado a miles de civiles de manera sistemática. Eso les implica asumir la responsabilidad judicial, pedir perdón, contar verdades escabrosas. Si no lo hacen (y también el Estado, sus agentes y sus aliados), la viabilidad del proceso aquí y ante la comunidad (y la justicia) internacional estará en veremos.
Hasta ahora, lo que admiten es tan parcial, matizado y lleno de excusas que ni convence ni da para un acuerdo serio. Reconocieron que “de alguna manera (han) afectado a la población civil”. Todo por “exceso de fuerza, error involuntario o consecuencias no previstas” y sin tomarla como blanco. “En el ejercicio de nuestro accionar se han producido errores, imponderables que lamentamos profundamente”, dijo ‘Timochenko’, y culpó al Estado, por empujarlos a la rebelión. Catatumbo dijo que nunca han cometido “crímenes de guerra o de lesa humanidad” ni “ataques intencionados contra la población civil”.
A las FARC se les atribuyen más de 20 000 secuestros, al menos 3 000 reclutamientos infantiles, la mayoría de las 4 200 víctimas civiles de minas antipersonales (1 100 son niños), miles de homicidios y gran responsabilidad en el desplazamiento forzado. Sin hablar de hechos como la masacre de 11 diputados del Valle, en el 2007, o la de 34 raspachines en La Gabarra, en el 2004.
Con semejante carga de ‘errores’ e ‘imponderables’, tarde o temprano tendrán que tomar la decisión. Al Estado le pasó. Por años negó que generaba víctimas y hasta que había conflicto armado. Con la Ley de Víctimas y actos como el perdón por la masacre de El Salado, empezó, por fin, a aceptar que es victimario. Aún le falta. Pero a las FARC les falta ese paso esencial.