El cartel

Ecuador es ingenuo o su Inteligencia precaria o ambas cosas. La Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc) dibuja cada año el mismo país del Pacífico en la ruta de la cocaína de los carteles mexicanos.

El informe de la Procuraduría de México, difundido este noviembre del 2017, no trae nada nuevo. Bueno, incluye un actor, otro cartel: la Familia Michoacana. Pero no es nuevo en realidad que las agencias internacionales antinarcóticos identifiquen tentáculos de los carteles (Sinaloa, Los Zetas y del Golfo) en el país.

Un cartel hace ‘negocios’ y busca infiltrarse en el Estado. En 2003, un extranjero ofreció pagar 10 veces más por las acciones de la Zona Franca de Manabí, a 25 minutos del puerto de Manta. Mexicanos estuvieron allí; luego se reunieron con personeros del Gobierno.

Que los puertos marítimos de Ecuador son objetivos del narcotráfico tampoco es novedad. El Departamento de Estado de EE.UU. ha señalado (marzo del 2016) que “el puerto de Guayaquil es un importante centro de transbordo para la cocaína sudamericana que se oculta en carga en contenedores que tienen como destino Europa”.

En 2017, Washington exhortó a Quito a “convertir en una alta prioridad la interdicción de drogas ilícitas y el control de las sustancias precursoras”. Sí, Ecuador puede rechazar los informes de EE.UU. y México, puede negarse a que la Unodc actualice sus reportes del monitoreo de cultivos, puede reclamar soberanía y hasta señalar con el dedo a los países consumidores: ‘hipócritas’.

Sí, puede. Pero puede también leer qué significa que la DEA revelara la red de lanchas rápidas del llamado ‘Pablo Escobar ecuatoriano’, que la Policía de Colombia arrojara un anzuelo para sacarlo de Ecuador y que USD 17 millones en efectivo ingresaran a este territorio sin más. O puede al menos ver qué implica la corrupción de agentes del Estado; qué entraña ser sánduche de países productores de coca; qué conlleva una economía dolarizada, y qué el incremento del consumo casa adentro. Puede.

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