Algunos países europeos proyectaban celebrar en forma apoteósica el 75° aniversario de la rendición de la Alemania nazi tras la II Guerra Mundial, pero la mortífera pandemia, que sigue causando estragos catastróficos en casi todo el Universo, obligó a que sólo se realicen ceremonias sencillas, como ocurrió en Rusia, donde el presidente Putín tenía previsto exhibir y ponderar su arsenal ultramoderno en la consabida parada militar, para lo cual había invitado con antelación a los líderes del mundo y suspendió todo.
En la madrugada del 7 de mayo de 1945, el general Alfred Jodi, jefe de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas Alemanas, firmó en Reims la rendición incondicional de su país, ante los jefes militares de Estados Unidos, Reino Unido y Francia y al día siguiente suscribió otra vez dicho documento en Berlín, por exigencia del presidente de la URSS, Josef Stalin, con el argumento de que debía oficializarse en territorio de los vencidos el testimonio del resultado de la guerra que duró entre 1939 y 1945, y tuvo como preludio la anexión de Austria, país natal de Hitler, a Alemania, y luego la invasión de doce naciones, hasta que atacó a la Unión Soviética y cambió el rumbo de la historia.
El 30 de abril de 1945 el líder nazi se suicidó junto a su esposa Eva Braun.
El 7 de diciembre de 1941, sin declaración de guerra, Japón atacó, con 253 aviones, la base naval Pearl Harbor, de Estados Unidos en Hawai y causó la muerte de 2.042 militares y la destrucción de 188 aviones, 8 acorazados y numerosos barcos más. Al día siguiente el Congreso estadounidense declaró la guerra y empezó una represalia implacable, que fue decisiva en la contienda. El 6 de agosto de 1945 arrojó la primera bomba atómica en Hiroshima y la segunda el 9 en Nagasaki, con saldo de 246.000 muertos y miles de heridos. Seis días después Japón anunció su rendición y el 2 de septiembre el emperador Hiroito suscribió el acta de capitulación.
Benito Mussolini, jefe del Partido Fascista y Duce de la República de Italia, tercer integrante del “Eje”, junto a Japón y Alemania, si bien causó algunos estragos sin mayor trascendencia, tan sólo fue una especie de títere de Hitler. El 28 de abril de 1945 fue ejecutado por un grupo de partisanos junto a su amante Claretta Petacci.
Así concluyó la diabólica conflagración iniciada por quien pretendía transformar la Alemania nazi en imperio vasto y poderoso para fortalecer la raza aria, delirio que concibió tan pronto como proclamó el Tercer Reich (Reino) en marzo de 1933 y adoptó el título de Fuher (líder) con plenos poderes y prohibió toda relación con los judíos, pero, al final sus nefastos propósitos se trocaron en fracasos y humillación y dejaron un reguero de sangre, dolor y muerte e inmensa destrucción en ambas partes del conflicto y la lección a la humanidad de que no debe repetirse aventura semejante, que dejaría secuelas inimaginables.