La capital

Todo país que se respeta otorga un trato especial y diferenciado a su capital, porque así exige la organización del Estado. En nuestro caso, para merecerlo, el gobierno municipal debe ser altamente prestigiado, competente y formado por personas impolutas, limpias y sin tacha, de modo que sea un cuerpo respetado por todos los ecuatorianos. Se trata de rescatar la decencia de la capital de la República y Primer Patrimonio Cultural de la Humanidad, que no es algo menor. Sus dirigentes deben tener la personalidad suficiente para que en las relaciones con el gobierno central tengan la independencia indispensable para trabajar de consuno por el progreso, sin que se produzcan vinculaciones simplemente electoreras que contaminan la posibilidad de ser eficientes.

La capital es una ciudad envejecida, mal mantenida, abandonada, por cuyas calles destruidas circulan medio millón de carros.

Es necesario un presupuesto acorde a su importancia nacional, a base de nuevos ingresos y de la liberación del pago de la deuda por el Metro, que debe pagar el gobierno.

El nuevo Alcalde y sus ediles necesitarán un programa para repavimentar por lo menos la mitad de ciudad mediante la creación de nuevos ingresos y de préstamos internacionales a plazos largos.

Todos los parques para el disfrute de los habitantes deben ser modernizados y embellecidos y los monumentos cuidados.

Todos los barrios necesitan obras con criterio de crear sub-centralidades para disminuir los altos costos que van a venir con el nuevo plan de movilidad de la gente. Necesitamos definir un Plan Territorial para crecer verticalmente porque no hay recursos para financiar un crecimiento horizontal. Entonces necesitamos una Municipalidad homogénea, con objetivos comunes y altura de miras para que la dispersión exagerada no esterilice la acción, bajo un fuerte liderazgo del Alcalde.

La capital es la ciudad con más desempleo abierto de todo el Ecuador, desempleo que va a crecer si no hay obras grandes que movilicen la dinámica económica. Es importante y urgente emprender en la construcción de una infraestructura grande junto al Aeropuerto para que funcione una amplia Zona Franca de producción de bienes y servicios como se hace en otros países. Por leyes no faltan sino por decisiones de invertir, pues se puede dar trabajo de miles de personas preparadas en actividades modernas, en una zona franca sin impuestos de ninguna naturaleza, para implantar tecnologías apropiadas para hacer productos cuyo valor soporte el flete aéreo y en base a leyes laborales flexibles para que se trabaje día y noche.

Una Zona Franca grande puede estimular en su región de influencia la elaboración de nuevos productos de alta demanda internacional como el caso de las flores. Ahora hay nuevos mercados para productos orgánicos y alta especialización para mercados especiales y dispuestos a pagar por productos de alta calidad, y así, generar puestos de trabajo que es la carencia máxima de mucha gente que vive en la capital.

wherrera@elcomercio.org

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