Ah, qué agradable es el aroma del café / Más sabroso que mil besos / y más dulce que el vino moscatel. / Café, café necesito tenerlo / y quien quiera complacerme / que me regale café.
La Cantata del café fue creada por el genio de la música Johann Sebastian Bach (1685-1750); y el maestro Gustavo Lovato la puso en escena, por primera vez en Quito, la semana pasada en la Casa de la Música.
¿De dónde y cómo surgió la idea para que a Bach, considerado el mayor compositor de la época barroca de la música, se le ocurra escribir una cantata sobre esta deliciosa y energizante bebida? Son varios los motivos, pero el principal es que al músico alemán le fascinaba el café, cuyo aroma se había extendido por toda Alemania y Europa.
Originario de Etiopía, pero comercializado por los árabes, se supone que el café llegó primero a Italia en 1645. En Leipzig, Alemania, donde Bach desarrolló gran parte de su obra, el café era motivo de discusiones, especialmente por sus efectos energizantes que eran puestos en duda en un país dedicado siempre a elaborar las mejores cervezas.
Con la cantata sobre el café, por primera vez el compositor se apartaba de su tradicional repertorio, que consistía en himnos religiosos, misas, pasiones, oratorios y cantos, en los cuales reflejaba todo su amor a Dios.
Esta obra, estrenada en 1732, enfrenta a un padre (Schlendrian) y a su hija (Lieschen), a quien le encanta el café y no podía vivir sin tomarlo. El padre amenaza a la hija con dejar de comprarle vestidos, incluso le prohíbe tener novio en caso de que no abandone su hábito por el café.
En cuanto al montaje de la obra hay que destacar la interpretación musical de la Orquesta de Cámara de Quito, muy prolija con la partitura, perfectamente ensamblada y con un acompañamiento muy especial del clave, un instrumento que se usó bastante en el período barroco de la música.
El director Lovato ideó una escenografía que recreó muy bien la época. Los músicos con pelucas, una pequeña taberna, un parque, incluso en los salones de la Casa de la Música se percibía el aroma del café. Cada uno de los solistas cumplió el papel que exige el libreto, comenzando por la soprano María José Fabara, voz excepcional y al mismo tiempo con mucha gracia para interpretar a la hija que se rebela y que desafía a su padre, en este caso representado por el barítono cuencano Diego Zamora, a quien ya se le ha visto en la Casa de la Música y en el Teatro Sucre. El tenor Alexis Haro cumplió bien con el rol del narrador de la trama.
El programa incluyó también la conocida y romántica Suite número 2 para flauta, del mismo compositor alemán, con Lovato como solista. Ecuador, un país que cada vez produce mejor café, debería sentirse orgulloso de una obra como esta y se debería gestionar presentaciones similares en otras ciudades.