No cabe duda que la capital del Líbano ha tenido en su historia varios eventos que han provocado la destrucción y afectación en sus barrios. La explosión del puerto no es una más y tiene sabor a negligencia.
Centro financiero y comercial del Mediterráneo, residencia de organizaciones internacionales y de los mejores restaurantes, no hay en la región una mejor comida. Nacida en una filosofía de libertad, se ha convertido en un lugar donde coexiste la diversidad de manera natural y aceptada. Cuna de las leyes, ciudad de Ulpiano, del comercio y de las matemáticas, ha sido referente de intercambio, de negocios y de idiomas. Perteneció a Romanos, Drusos, Turcos y Franceses, pero siempre ha manifestado su forma de ser y ha impreso su estilo.
Lamentablemente en los últimos 38 años este ímpetu de modernidad y de progreso se ha visto afectado de manera sistemática por la presencia de Hizbullah que ha copado gran parte de las entrañas ciudadanas y políticas.
Hoy al parecer fue negligencia, no hubo terrorismo o contraterrorismo, negligencia de las peores, guardar 2.750 toneladas de Nitrato de Amonio en una zona urbana no tiene concepto de seguridad alguno. Las investigaciones deben llegar a esclarecer lo sucedido, caso contrario los habitantes y los damnificados de la ciudad no podrán tener paz.
Visité la ciudad en el año 2012, cumplí allí mis 43, celebrando con buenos dulces y alguna familia que no había visto nunca. Me encontré con dos ciudades, una de edificaciones modernas, minifaldas y glamour. Y otra de caras tapadas, barrios desalineados y bastante descuidados, incluso en ellos se podía determinar las huellas de los eventos pasados.
Hoy la ciudad está de duelo llorando por sus muertos. Descanso unos días de la hiperinflación, de la falta de empleo, de las arbitrariedades políticas, de la constante devaluación de su moneda y de un muy mal gobierno, pero esto regresará cuando a la gente le pase la pena y se dé cuenta que las cosas siguen igual pero con la soledad de un amigo o familiar que ya no está.
La coalición secular con la que se ha manejado la estructura gubernamental en el Líbano ha fracasado, este esquema no permite un desarrollo ni tampoco un ejercicio de poder práctico, un esquema incapaz que ahora en manos chiitas y del grupo terrorista ha demostrado ser peor que los anteriores.
Lo ocurrido en el puerto no es un simple accidente por un descuido, es el reflejo de un gobierno incapaz. Un país con parálisis que no se desarrolla, cuyo futuro es incierto y que necesita cambiar su estructura política a un esquema más dinámico, que permita decidir con más facilidad, que no esté involucrado el concepto religioso y sobre todo que anteponga el bienestar de los ciudadanos a la doctrina religiosa. Esperemos que los esfuerzos de Occidente a través de Macron sean bien entendidos y no como una intromisión post colonial. El Líbano requiere cambios para regresar al camino que lo vio nacer; el progreso.