Austeridad y pragmatismo
Tal como están las cosas en el Ecuador, es necesario adoptar como disciplinas a la austeridad y al pragmatismo, ya en el ámbito gubernamental como en todas las actividades de la sociedad. Austeridad para no malgastar los recursos, para ser severos con el dinero público y con el privado, porque como no hemos podido todavía producir más y mejor, solo hemos repartido lo poco que ingresa en una economía pequeña, lo que pronto no sería posible hacer si los estragos de El Niño restringen las exportaciones. Por esto, toda la población debe ser austera en el consumo sobrio y sin alardes.
Pragmatismo necesitamos para revalorizar los efectos prácticos de las acciones en todos los campos, propendiendo a adaptarse a las condiciones reales del mundo en que vivimos. El Gobierno debe ser pragmático para obtener mejores resultados con los recursos que siempre son escasos frente a las múltiples necesidades y toda la población debe ser pragmática en las interrelaciones políticas y sociales.Hemos reingresado al mercado occidental de capitales pero al costo de una tasa de interés altísima y así hemos financiado el presupuesto. Este es el un lado de la moneda, el otro es en qué y cómo se va gastar.
El endeudamiento público –así como el privado- presupone trabajar productivamente para pagar las deudas cuando se venzan los plazos y el Ecuador deberá hacerlo correctamente para que seamos creíbles, bajemos el riesgo país, con el fin de disminuir las tasas de interés en el futuro. Ahora nos corresponde hacer lo necesario para producir más y mejor y no solamente repartir sobre bases populistas. Cuidado creer que hay abundancia y propender al gasto fácil, infértil e incontrolado.
Cada funcionario responsable de los egresos públicos debe ser inoculado por la disciplina de la austeridad para evitar la contratación de obras muy costosas, como carreteras no indispensables que cuesten 17 millones de dólares cada kilómetro. En lugar de esto, el país debe acostumbrarse a contratar proyectos de infraestructura productiva y de servicios con empresas privadas, nacionales o extranjeras, de modo que su inversión sea recuperada con tasas y peajes por un período suficiente para que los inversionistas tengan una rentabilidad razonable. Es el momento de cambiar así la política, pragmáticamente, para atraer más inversiones y menos préstamos que deben pagar las futuras generaciones.
El pragmatismo del sector emprendedor consiste en mejorar la productividad auténtica en todas las áreas para ser competitivos en un mundo real que se abre al comercio de todo origen.
Cuando se desmoronan las preferencias arancelarias lo que supervive es el producto de buena calidad a precios competitivos. Esta es la clave para clasificarnos a escala mundial.