Aunque el golpe de Estado militar parezca superado y el mandatario Recep Tayyip Erdogan haya recuperado el poder que le intentaron arrebatar, la tensión desnuda las complejidades.
La comunidad internacional, sin distingo de orientación ideológica, condenó la asonada militar y dio su apoyo al líder.
Los medios de comunicación aprovecharon la ocasión del intento golpista para recordar el poder de Turquía.
El octavo ejército del mundo, potencia económica, país bisagra entre Oriente y Occidente. Integrante de la OTAN (Alianza Militar) y polémica por la entrada a la Unión Europea. Turquía está en un sitio estratégico y es paso obligado de barcos con distintas mercaderías.
Es además un país receptor de un turismo gigante que seguramente desde los atentados al aeropuerto de Estambul y ahora por la asonada, pagará una alta factura.
El presidente Kemal Atatürk hizo un esfuerzo por cambiar la cultura y muchos pensaron que era una manera de occidentalizar a Turquía.
Un estado laico fue seguido de los intentos de volver lo religioso a un lugar de privilegio. Todo un debate.
El régimen actual es cuestionado por los derechos civiles, la falta de libertad de prensa, el intento de control de las redes sociales. Hasta los espacios físicos no han estado exentos de protestas y debates entre el poder y la juventud, por ejemplo.
Si a alguien le cabe duda de su comportamiento en materia de DD.HH. no debemos olvidar el enojoso episodio de la guardia presidencial de Erdogan que maltrató a ciudadanos ecuatorianos en el Instituto de Altos Estudios Nacionales en Ecuador.
Los opositores critican al gobierno por el modelo exagerado de concentración de poder (control del legislativo, intromisión en la justicia); es decir, todas las tentaciones de caudillos y líderes autoritarios.
En Turquía, si se consolida Erdogan, se vendrá una respuesta fuerte, represión y castigo a los golpistas. Pero ahora estará más expuesto a los ojos del mundo.