A mis 15 años de edad, me preguntaba de qué color veo mi juventud. No podÃa pensar en otro color más que el gris o el negro. En esa etapa, tal vez me dediqué a conocer a otras personas más que a mà y la importancia que el existir de mis sentimientos tenÃan no me interesaba.

Después de tocar fondo en un hoyo que yo misma cavé, me responsabilicé por mi cambio y mi manera de ver la vida. En ese momento solo era yo, nadie más. Mis lágrimas y los sollozos que me ayudaron a sanar mágicamente transformaron esa escena oscura en un abanico de colores. 
No tenÃan que ser necesariamente claros, habÃa variaciones, y eso era lo bonito, aprendà que la vida está llena de tonos, de dualidad y cambio y está bien pasar por ese proceso de conocimiento, en el cual te sientes más perdido que nadie, porque siempre te viste como uno más de los demás, como una moda o un Ãcono.

Pero después de ese proceso largo, solitario y placentero, encuentras a alguien que es raro al verlo en el espejo y piensas que no puede haber nadie más único.

No vas a volver a ser esa persona, vas a cambiar; la vida es asÃ. El aferrarte a una versión tuya es no dejar que vengan otras mejores. Asà que primero es importante que te aceptes y te ames, no importa tu edad o género o sexualidad, traumas o vivencias, eres tú.
Aprende a apreciarte como nunca nadie lo hizo, como nunca te enseñaron y ama a los demás, porque el amor cura, perdónate.

Este proceso es algo que sin duda deseo a todos para que se encuentren, para que confÃen y se sientan en paz. El autoconocimiento es el arte de aceptar y amar para asà crecer.
Y no estás solo. Yo, gracias a Dios y al universo, tuve a mi padre Marlon, quien también creció conmigo apoyándome en todo, a mi madre Vannesa, a mi hermana Domi y a mi abue.

Asà marcaron un antes y un después, porque cuando cambias las cosas en tu vida y buscas algo bueno para crecer, las bendiciones no paran de llegar.
Asà que sueña, ámate, cuÃdate y ponte como prioridad, transfórmate en lo que quieras y renace como el ave fénix.