¿Arauz-Lasso o Arauz-Pérez?

La realidad electoral que vivió el país -y de algún modo sigue viviendo- se caricaturiza bien en un meme que circuló tras conocerse el empate técnico extraoficial entre Guillermo Lasso y Yaku Pérez para enfrentar a Andrés Arauz en abril: “Solo en Ecuador pasa que los correístas quieren que pase Lasso y los que votamos por Lasso queremos que gane Yaku…”

Han pasado 14 días desde ese domingo 7 y el panorama no se despeja. El Consejo Electoral no ha logrado dar suficiente tranquilidad a un país sobresaltado por la pandemia y la crisis económica. Si el anuncio de dos conteos rápidos fue el abrebocas, la guinda del pastel resultó ser el acuerdo que nunca se dio. Sin duda, la política pesa en sus decisiones.

Este entrampamiento entre lo legal y lo legítimo -debate recurrente en un país repleto de leyes que al final del día se relativizan- dificulta, en la práctica, que la campaña se desarrolle con normalidad y que los electores puedan tomar una posición definitiva sobre la importante decisión en la segunda vuelta.

Porque si la autoridad ha patinado, no puede decirse lo mismo de la ciudadanía. El deseo por pronunciarse, por escoger a un candidato con la esperanza de que las cosas mejoren, fue claro. Tanto, que en plena pandemia la abstención no pesó; de hecho, fue menor al promedio de las últimas décadas. La gente hizo fila pacientemente para sufragar.

Esa concurrencia seguramente pesará en los niveles de contagio, pero tiene motivaciones distintas a las de esa suerte de ‘destape’ que se vivió en el feriado de Carnaval y que coincidió con el Día del Amor y la Amistad. En poco tiempo viene el asueto de Semana Santa, y el siguiente fin de semana, a las urnas. Hay razones para intranquilizarse, pues la promesa de la vacuna masiva (60% de la población) tomará al menos ocho meses.

La marcha indígena para apoyar el reclamo de Pérez no deja de ser otra preocupación después de la experiencia de octubre del 2019, no solo para los quiteños sino para buena parte de la Sierra, sobre todo en el sector productivo. Parece que nunca dejamos de disfrutar del vértigo de pararnos al filo del precipicio, a la espera del milagro que casi siempre llega.

La situación favorece al finalista en firme. Él ha aprovechado para enviar señales sobre uno de los tantos temas importantes: cómo se manejará la economía cuando hay que defender la dolarización y ser austeros para seguir pagando las deudas del largo festín. En esta pausa también se ha puesto a prueba el civismo y la inteligencia emocional de los dos candidatos condenados a esperar el dato final.

Los acercamientos para posibles acuerdos avanzan sigilosamente, mientras los electores se olvidan de lo que pudo haber sido y no fue en la primera vuelta, y se preparan para las dos posibilidades: Arauz-Lasso o Arauz-Pérez. Un ejercicio válido para asegurar un país viable, al menos en el mediano plazo.