Ángel Miguel
‘No hagas a otro, lo que no quieres que te hagan a ti” me dijo desde muy pequeño. “El dinero se gana con el sudor de la frente”, “Hay que luchar siempre contra la injusticia” eran otros de sus pensamientos preferidos. Pero más que con frases le gustaba hablar con el ejemplo. Trabajo, ahorro, austeridad, dignidad y amor a los hijos. Sin duda el amor era su inspiración más profunda.
Era obsesivo de la puntualidad, del pago de los impuestos y de la palabra empeñada. Más que el documento le gustaba que se cumpla con los compromisos verbales adquiridos. Sus mayores problemas los tuvo con quienes irrespetaron los acuerdos.
Fue independiente y rebelde hasta el último día de su vida, hasta sus 84. A los 16 años de edad salió para siempre de su casa paterna “sin un solo centavo encima”. Le irritaba que le dieran órdenes o que le “den haciendo” las cosas. Se levantaba muy temprano. Arreglaba su cuarto. Y ya en estos últimos meses de soledad, preparaba su desayuno, lavaba y planchaba su ropa. Compraba sus alimentos en el supermercado del barrio, en San Roque y en San Carlos. Seguramente, ir a lugares tan distantes la mayoría de veces en bus, por fruta, pan y otros comestibles era una manera de tomarse la ciudad, oxigenarse y de probar su fuerza y autonomía.
Severo, temperamental, temerario, a veces impulsivo pero lleno de sentimientos buenos y lágrimas ante cualquier alegría pequeña. Pro activo, generoso y adorador de sus nietos. Gozaba con Cantinflas. Sobre protector de la compañera.
Fue un luchador nato. Combatió siempre por la vida desde lo más adverso. Ese fue su signo. Con sus hijos muy pequeños (de cinco y un año), siendo muy joven, luego de un accidente de trabajo que le dejó un mes en coma, fue declarado inválido para la vida laboral “normal”. Desde allí se levantó con la ayuda de su compañera y de una pequeña red de amigos, en medio de una ciudad que todavía le era ajena.
Con su primaria a cuestas interlocutó con presidentes y políticos. Fue antivelasquista. Cayó preso y fue torturado por órdenes del caudillo. Fue un dirigente natural, pero no militó en ningún partido político, aunque le gustaron las izquierdas. Tuvo como obsesión tres objetivos: no ser pobre, luchar contra la injusticia y la educación, sobre todo la de sus hijos: “Si yo hubiera tenido educación completa, otra hubiera sido la historia de mi vida”…“Quiero que estudien, para que no sufran lo que yo he sufrido”.
Terminó de leer la biografía de Simón Bolívar de John Linch y murió su esposa. Decidió criar pollos para “comer huevos de campo”; acabó la biografía de Juan Montalvo de Galo René Pérez cuando luego de comprar pan un vehículo con exceso de velocidad le cortó sus sueños de llegar a los cien, pero le permitió estar junto a su adorada compañera que partió hace cuatro meses. Hasta luego... Padre.