¡Uyy, qué miedo, tendrás cuidado!, me dicen. Allá es caliente. No hay problema, me pongo manga corta. No, tonto, caliente por los carteles. Yo solo dije que me han invitado a comer en México y quieren meterme susto con nombres tan sonoros como La Familia Michoacana y Los Caballeros Templarios, que se fragmentaron, creo, aunque a veces los grupos pequeños y sueltos pueden ser peores, como lo demostró alias Guacho en nuestras frontera.
Pero la invitación no es a estudiar la violencia sino a observar las artesanías tradicionales y recorrer algunos de los llamados pueblos mágicos de Michoacán y Guanajuato, y, sobre todo, a probar las bebidas y comidas de la cocina mexicana que es Patrimonio de la Humanidad desde el años 2010. Porque el narco es un problema grave, sí, pero no define la cultura milenaria de este país donde la gastronomía y el arte popular juegan un papel fundamental en la vida diaria de la inmensa mayoría. Ese el México que cuenta y canta.
Para apreciarlo, basta pasear por las calles de Morelia, identificada como la ciudad rosada por la cantidad de iglesias, edificios y esculturas talladas en esa piedra tan hermosa que es la cantera rosa. Calles colmadas de chavales universitarios y músicos y señoras amasando tortillas y gentes que han venido de todos los rincones de México al Encuentro de Pueblos Mágicos. Así que, luego de visitar la casa donde nació el cura Morelos, uno de los padres de la Independencia (de allí el nombre de Morelia) vamos al recinto ferial en cuyos pintorescos stands cada uno de estos 111 pueblos escogidos por su riqueza tradicional muestran lo mejor de sus artesanías, sus dulces, sus bebidas y comidas.
Todos menos Ecuador, que es el invitado oficial y tiene un quiosco de dar pena, con ese ridículo y carísimo logo redondo multicolor que impusieron los Alvarado y que no dice nada: Ecuador ama la vida, claro, qué originales. Y ama la cursilería de erigir en el centro del stand un mamotreto en cartón pintado de la Mitad del Mundo y una exhibición de tejidos banales.
Para superar el bochorno, acudo con el grupo de periodistas a la mezcalería Tata, donde nos sentamos a catar 12 variedades de mezcal, mientras picamos saltamontes fritos con chile rojo, los famosos y crocantes chapulines, junto a tiritas de cecina, queso Cotija y sorbitos de atole, que es avena quemada con masa dulce de maíz.
A vuelo de pájaro, todo México anda a la expectativa de lo que hará López Obrador, quien ha planteado un referéndum sobre el nuevo aeropuerto del DF. ¿Y cuál será su respuesta a la guerra contra los migrantes que ha desatado Trump? ¿Apoyará la legalización de la goma de opio con fines medicinales? Ándale, ojalá que un México progresista amortigüe el espanto que se avecina en Brasil.
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