Quito es una ciudad con noches heladas. Aun así, hay quienes aprovechan para practicar su deporte favorito. No se trata de fútbol ni de ecuavóley, lo que se juega en La Carolina, en el norte de la capital.
El rugby, originario de Inglaterra en el siglo XIX, se juega en el Ecuador desde los años 90. Se trata de un juego donde la premisa es esquivar al rival. Con un balón ovalado se hacen pases con las manos. Los puntos se marcan en el extremo contrario de cada equipo.
Heccer Benavides tiene 34 años y juega desde los 16. Cuando habla del juego los ojos le brillan y busca la manera de compartir la experiencia con quien lo escucha.
Araíz de la pandemia del covid–19, su equipo, Jíbaros, se deshizo. A otros les pasó lo mismo.
Eran cerca de 70 miembros. Hoy tratan de completar la veintena. “Muchos decidieron tener otras prioridades deportivas”, reconoce. También cuenta que hay quienes emprendieron negocios o trabajan más para nivelar su economía. Es por esto que casi no llegan a los entrenamientos de martes, jueves y sábado.
Con él coincide Luis Pérez, de 42 años, quien entrena al equipo Cerberos. Originario de Venezuela, él jugó por más de 15 años y logró dos campeonatos nacionales y tres subcampeonatos.
Con un silbato dirige a los más de 30 jugadores que se reúnen detrás de la Cruz del Papa.
Ha llovido durante la tarde del martes 16 de agosto de 2022 . El agua, que quedó acumulada en el pasto, se levanta y salpica cada vez que alguien corre y taclea a otro jugador.
Las jugadas son elaboradas. Los pases se hacen hacia atrás y cada persona tiene una función definida. El rugby es un deporte de contacto. Las tacleadas se deben hacer debajo de la cintura y sobre las rodillas. La única protección que llevan la tienen en la boca, para evitar morderse a la hora de caer, inevitablemente, al agarrar el balón.
Pero de ningúnmodo nadie se resiente o espera por la venganza. Benavides dice que el valor fundamental del deporte es el respeto.
Aunque los partidos reglamentarios tienen dos tiempos, ellos agregan un tercero. Ya no se trata de jugar, sino de compartir y hacer amigos. “Los equipos se hacen camaradas. Comparten conocimientos y queda la fraternidad”, cuenta Benavides.
Esa práctica aplica también con los más pequeños. Este año arrancó el primer vacacional para niños. Carlos Alvarenga los entrena y fomenta la amistad y respeto, pese a cualquier caída o golpe que puedan tener.Todo agosto se reunirán en el mismo parque, para aprender sobre el rugby. Los niños que asisten tienen al menos un familiar que lo practica.
Alegrías entre golpes
Sara y Renato Vásconez, de 6 y 10 años, son dos niños que apostaron por este deporte.
La ligereza de su cuerpo los hace correr y esquivar a los otros para no perder las banderas que cuelgan de su cintura. Con ese ejercicio se les enseña a hacer el tacle sin lastimarse. Nadie resulta herido en el proceso. Su objetivo es hacer un ‘touch’, tocar al otro y no derribarlo.
Sin embargo, en el trajín y las risas es inevitable que los pequeños choquen. Sara es la más pequeña del grupo y, a ratos, la más apabullada. Cuando se golpea, se detiene un segundo para respirar y continúa jugando con una sonrisa. “A veces me barro y me golpeo. Lo mejor es seguir intentando hasta que lo logro”, afirma.
Ese es el objetivo del juego, según Benavides. Él dice feliz que ostenta el récord nacional del jugador de rugby con más lesiones. La mayoría de ellas ha terminado en cirugía, pero no lamenta el haberlas sufrido. No piensa retirarse pronto y, aunque lo haga, planea entrenar a otros y compartir su amor por el deporte. En el campo lo repiten: “rugby con R de respeto“.