El tema de la reelección ha surgido como un episodio de gallera: si tú te lanzas a la Alcaldía yo promuevo mi reelección. Conocido el talante de los dos ciudadanos el duelo puede darse. Sin embargo, la intuición indica que más bien se trata de fuegos artificiales.
La indudable percepción política del economista Correa le habrá recordado que, como decía Maquiavelo, la suerte es factor fundamental para que el Príncipe tenga éxito en el ejercicio del poder. Y vaya suerte que hasta hoy le acompaña. Sin desconocer que ha realizado obras de importancia, que habrían sido históricas de haber estado acompañadas del respeto a las instituciones democráticas, que han sido desmanteladas para sustituirlas por otras de fisonomía autocrática, el futuro es incierto y la bonanza económica puede venirse abajo con la simple baja del precio del petróleo.
Todo esto hace suponer que el Presidente optará por el descanso, para volver al cabo de cuatro años reclamado y aclamado. Incluso parece que ha escogido heredero, a quien se ha confiado importantes competencias para que se vaya preparando. Y es claro que triunfará en las elecciones con el Presidente de director de campaña y una oposición pintada en la pared.
Pero el tema de la reelección va más allá de personalismo o del criterio de algún dirigente aliancista. Por cierto, nadie debe ser más partidario de esa tesis que la “nomenklatura” criolla, que debe mirar con desconcierto la posibilidad de perder mando, chófer, prebendas y otros componentes del “buen vivir”.
Es un asunto que demanda debate nacional, porque debe considerarse fundamentalmente la consolidación de las instituciones democráticas, por encima de cualquier ambición personal. La reelección es una vuelta al “porfirismo” que duró 34 años y que ocasionó la Revolución Mexicana de 1910.
En América Latina prevaleció la tesis de la no reelección hasta finales del siglo pasado, cuando pocos países fueron adoptando la reelección indefinida. La reelección indefinida rompe el principio de la igualdad de oportunidades, ya que todos los contendientes deben estar en las mismas condiciones, lo que afecta la equidad en los procesos electorales. Bobbio señala que es necesario situar a todos los miembros de una determinada sociedad en condiciones de participación que sean iguales.
Y bien sabemos que quien se candidatiza desde el poder se aprovecha del aparato estatal y los medios públicos para promoverse y todo ello contra contendores que apenas tienen espacios para desarrollar su campaña. La historia enseña, además, que los presidentes que se perpetúan en el poder acaban mal: cárcel, exilio o tumba. Estos son unos pocos argumentos entre los muchos que se oponen a la reelección indefinida.