Pasa el tren

Según el dicho popular el tren pasa una sola vez. Y parece que el Presidente Moreno ha visto pasar la mitad de los vagones. Llegó al poder porque el preferido del mesías habría sido derrotado hasta por Lasso y creyeron que tendrían un fiel guardián de sus espaldas. No lo hizo, dio los primeros pasos con acierto, destapó la olla de la corrupción, impuso la tolerancia y empezamos a respirar aire fresco. Pero no pudo liberarse de una pesada servidumbre: la continuidad de funcionarios repartidos por toda la burocracia, que siguen imponiendo las políticas del antecesor. Moreno debió haber roto con el vínculo del pasado, aprovechando la oportunidad para convertirse en líder por fuerza propia, trocando la mala herencia en factor a su favor. Optó por tomar el camino del medio, que no conduce a parte alguna.

Convendría dar una mirada al sur: el lento gradualismo de Macri produjo los resultados que se habrían evitado si tomaba sin temor las medidas que las circunstancias exigían. Tengamos cuidado: de no ser por la dolarización estaríamos en la ruta de Argentina. Pero la dolarización tiene un límite. Por ello es necesario actuar y entenderse con los organismos multilaterales de crédito y no esperar a que estemos con el agua al cuello y no tengamos espacio para negociar. No parece sensato seguir inclinando la cabeza ante China, con la experiencia que ya tenemos. En el viaje presidencial se habrá planteado, como se debía, la obligación de reparar e indemnizar por obras mal construidas por empresas chinas, con membrete privado, pero hijas del Estado.

No se pide un ajuste de ciento ochenta grados, pero sí acciones que vayan enderezando las finanzas públicas, como reducir el gasto público, achicar el tamaño del Estado y, sobre todo, contar con un presupuesto que no contradiga las metas que deben alcanzarse. Hay que afrontar la carga de los subsidios, que se ha convertido en un cáncer, evitando que beneficie a sectores que no los necesitan. Habrá lloros, empezando por los empresarios y por cuantos quieren vivir del Estado, pero tendrán que secarse los ojos.

Por otro lado, al gobierno – al país – amenazan organismos sociales que el correismo puso a hibernar y que amenazan tomarse las calles, abusando de que ahora no se les recibe a palos, ni se les pone tras las rejas. Hay que tener presente que en este país el que se toma la calle tiene el poder. Autoritarismo no, pero anarquía tampoco.

Basta de que intereses de grupos minoritarios se impongan sobre el bien común, como el monopolio de los transportistas y amarillos, que a base de chantajes obtienen más prebendas. La crisis económica no ha sido causada por el señor Moreno, sino por su predecesor y no es del gobierno sino del Estado, por lo que todos estamos llamados al sacrificio, pero sin dejar de exigir al Presidente que cumpla con lo que debe hacer: gobernar.

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