Caos a la vista

El Estado llamado Ecuador empieza a desintegrarse. Santa Mariana acertó en su profesía: el Ecuador no desaparecerá por los terremotos sino por los malos gobiernos. De los varios que hemos sufrido, el del señor Correa le puso la puntilla al enfermo toro, al que el actual ha tratado de curar con paños en la arteria abierta.Entre sus errores, se descuidó de divulgar con eficacia el desgobierno y latrocinio del correísmo, a punto tal que la sociedad empieza a creer que el responsable de la crisis es el actual gobernante. Después de los acontecimientos de octubre el Gobierno entró en hibernación, de la que empieza a salir impulsado por una realidad que ya no admite omisiones. Al fin se desmontaron los subsidios a los combustibles, pero con piola, para restablecerlos cuando suba el precio del petróleo, en lugar de focalizarlos. Se han tomado otras medidas adecuadas a la situación aunque incompletas. Todo se hace con temor, procurando cuidarse en sano. Y la verdad es que no le falta razón al señor Moreno. Si mueve un dedo en dirección que no guste al ciudadano Vargas responde con manifestaciones, como el poderoso grupo de presión de los transportistas, consentidos por todos los gobiernos.

El país está en manos de grupos de presión y de interés que no permiten que se les toque un pelo. Cada cual mira por sus bolsillos, sin el menor sentido de solidaridad y patriotismo. No hay un sentimiento de nación. Por el contrario todos buscan sacar una tajada del Estado, paternalismo que nos ha dejado un empresariado mediocre, con contadas excepciones, y muy poco afán por ganarse el pan con el sudor de la frente.

Sobre la crisis económica todo se ha dicho. Los más conocidos economistas, en vano, han hecho estudios y recomendaciones. No quisiera estar en los zapatos del Ministro de Finanzas, al que tienen con las manos atadas. Después vino la epidemia que nos sorprendió y llevó al colapso al sistema sanitario. Sería aconsejable que una delegación del Ministerio de Salud viaje a Uruguay, Paraguay o Medellín y vean como se combate la epidemia, 40.000 contagiados, cifra altísima en relación con la población y con otros países que tienen mayor número de habitantes en la región.

Debe añadirse la crisis política. No hay democracia sin partidos, ni organización política sin ellos. Somos un conjunto de tribus dirigidas por pequeños caudillos que mandan en su jurisdicción y que se unen al primer populista que les ofrece un pedazo de pan. Y la corrupción rampante, otra epidemia nacional que abre un centenar de huecos por los que entran y engordan las ratas.

La única solución es la unión nacional, la solidaridad y la conciencia de la crisis. Convendría conformar un Concejo de personalidades para que con su experiencia, prestigio y fuerza moral guíen a la opinión pública.

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