Apuntan al hastío
Muchos políticos ecuatorianos, que hacen uso indiscriminado de las redes sociales, parece que, de manera estratégica, apuntan al hastío de los que leen esas redes. Pretenden que por cansancio la gente no preste atención a lo que envían, o, que deliberadamente, pongan en evidencia la escasez de conocimientos.
Hay, por ejemplo, candidatos presidenciales, que creen que cambian el estilo haciendo propuestas de solución a problemas latentes, como la crisis energética o la seguridad, pero son propuestas vacías, con la finalidad de “mostrar” sus conocimientos, pero que únicamente logran mostrar su escasez de preparación.
Otros, como ciertas autoridades de la asamblea, que en busca de una popularidad que no tienen, se empeñan en mostrar sus ridiculeces, verbales o de vestimentas (indignas de una autoridad de un parlamento).
Acciones que demuestran la falta de conocimiento de las propias leyes que los rigen, como el hecho de archivar un proyecto de ley que requiere de dos debates, y, hacerlo en solamente uno.
Si creen que quienes tenemos la responsabilidad de elegir nos vamos a cansar, sinceramente no lo van a lograr. Hay todavía una gran porción de ecuatorianos que vemos las elecciones con responsabilidad, que sabemos los efectos de elegir asambleístas y presidente, que tenemos la capacidad de analizar y distinguir a los buenos, de los malos, y, que lo vamos a hacer en las próximas elecciones.
Lamentablemente, en el ámbito político es cada vez más generalizada la mediocridad, la educación deficiente, que se hace difícil encontrar buenos candidatos, pero todavía hay algunos, que nos dejan la esperanza de que las cosas mejorarán, que ya no tendremos presidentes parlamentarios que desdigan de la dignidad que ostentan, que ya no existan autoridades a nivel de la vicepresidencia que avergüencen en sus presentaciones, que no crean que la popularidad consiste en que se hable de ellos, aunque sea mal, o, que ni siquiera de eso se den cuenta.
Hay culpas de origen: educación deficiente, tanto en los hogares como en las escuelas, ausencia de afán cultural, amor a la vulgaridad, rudimentarismo intelectual, negligencia civil y cívica, culto a las expresiones de bajeza moral, utilizar como arma política el insulto y no la confrontación de ideas, la búsqueda permanente de la pelea y no del diálogo, la creencia infantil de mostrar supremacía física, la ausencia permanente de valores, incluyendo el respeto a sí mismos, la carencia de una autoestima sólida, relegándola a las jactancias intrascendentes, el exhibicionismo con vestimentas estrafalarias, el catalogar la incondicionalidad como valor moral, el menospreciar la virtud más grande del ser humano que es el raciocinio.
José M. Jalil Haas