Hay que reconocer su tarea. Sí. Son médicos, enfermeras, militares, policías, agentes de tránsito, bomberos o ciudadanos anónimos que quieren ayudar para superar el coronavirus.
Ha sido emotivo ver cómo se ayudan entre ellos, cómo el personal médico forma calles de honor para despedir a pacientes que superan esta enfermedad, cómo los soldados trasladan alimentos a las familias más necesitadas, cómo los bomberos se trepan en una grúa y tratan de levantar el ánimo de los vecinos que se quedan en casa.
Un grupo de policías llevó alimentos al personal médico del hospital pediátrico Baca Ortiz. Otros han ayudado en labores de parto. Los militares, en cambio, tomaron un bus y trasladaron a los centros de diálisis a pacientes que necesitan tratamientos.
El pequeño John se movilizó en un auto de los Bomberos. Solo tiene 13 años y necesitó ayuda médica por su insuficiencia renal.
Todos se han movilizado. Mujeres, viudas de policías que murieron en operativos, también se organizaron y entregaron 160 overoles, capuchas, mascarillas y protectores para botas. Similares experiencias se replican por el centro del país. ¡Enhorabuena!
Los presos construyeron ataúdes para trasladarlos de Ambato a Guayaquil.
Las internas elaboran mascarillas y trajes de bioseguridad para el personal administrativo de las cárceles y para los especialistas que trabajan en los hospitales administrados por el Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS). La industria textil hace lo mismo.
Ese es el verdadero país, aunque también hay pésimas experiencias con aquellos que violan las disposiciones para frenar el covid-19.
1 025 personas han sido detenidas por incumplir el toque de queda. 5 357 conductores de autos y 2 693 de motos han sido sancionados por irrespetar la restricción a la movilidad.
Los policías y los agentes de tránsito han sido vejados y golpeados solo por hacer que la ley se cumpla. Bajo el debido proceso y el derecho a la defensa, los responsables tendrán que comparecer y ser juzgados en los tribunales.