El deslizamiento de tierra del río Coca, entre Napo y Sucumbíos, avanza con gran poder destructivo y amenaza poblaciones, infraestructuras petroleras y a la mayor hidroeléctrica del país, el Coca-Coco Sinclair.
Quizá la imagen más cercana que tenemos es La Josefina, un desastre que ocurrió el 29 de marzo de 1993 y que mantuvo al Ecuador en crisis por 30 días. A diferencia de esa tragedia, las aguas del río Coca aún no se han taponado, pero el socavón que se generó el 7 de abril pasado mide 1,3 km, se llevó a su paso un tramo de los oleoductos Sote y OCP y frenó los envíos de crudo del país. Allí, el hundimiento fue de 70 metros.
La primera alarma se dio en febrero pasado, cuando la cascada de San Rafael, ubicada en ese río, ya retrocedió 200 metros aguas arriba. Ese fenómeno se genera por la filtración de agua en el suelo que no es roca sino grava, arena y materiales finos, producto de las erupciones volcánicas de esa zona. Eso hace que el agua se filtre y que la cascada colapse y retroceda.
Existen varias hipótesis sobre las causas. El Ministro de Energía señaló que se trata de una zona geológicamente compleja. El Programa de Agua de la UICN para América mencionó que las obras de captación del Coca-Codo tienen desarenadores para retener sedimentos y eso aumenta la capacidad erosiva del agua. Esto -añade- podría haber jugado un papel importante en la falla.
Los problemas geológicos de la zona eran conocidos por el exInecel, el cual planteó una central modesta de hasta 800 megavatios (MW), en dos partes: una primera fase de 400 MW y luego 400 MW adicionales. Pero el Gobierno anterior elevó a 1 500 MW la potencia en una sola fase sin tener los estudios suficientes. La premura pesó sobre lo técnico.
Esa inversión ahora corre el riesgo de irse en el río. Algunos criterios, según Celec, apuntan a que esto podría ocurrir en menos de un año. ¿Fenómeno impredecible o negligencia? Los estudios geológicos que se hacen deberían ayudar a contestar esa pregunta.