Un libro de Copérnico ingresó en el 'Index librorum prohibitorum', la lista del Vaticano de libros prohibidos para los fieles. Foto: Wikicommons

Un libro de Copérnico ingresó en el 'Index librorum prohibitorum', la lista del Vaticano de libros prohibidos para los fieles. Foto: Wikicommons

La historia científicamente oscura del Vaticano

Un libro de Copérnico ingresó en el 'Index librorum prohibitorum', la lista del Vaticano de libros prohibidos para los fieles. Foto: Wikicommons

Lo que para muchos parece lo más obvio (la selección natural de las especies o la disposición de los planetas en el Sistema Solar), para el Vaticano no siempre fue algo evidente. Por muchos siglos, este fue el organismo censurador de los principales avances científicos de la historia, con personajes como Charles Darwin o Galileo Galilei expuestos como gente non-grata para la humanidad.

A pesar de ello, la sociedad civil ha sido la encargada de reivindicar a estas personas de ciencia en lo más alto de la esfera pública. Algo a lo que tiempo después tuvo que sumarse la misma Iglesia, al encontrar irrefutable varios de los postulados propuestos por la comunidad científica internacional.

Uno de los casos más emblemáticos fue el de Lucilio Vanini, un intelectual y científico italiano que en pleno siglo XVII propuso la teoría que los africanos eran descendientes de los monos. Con esto, él, educado en el seno de la misma Iglesia en los ámbitos de la filosofía y la teología, obtuvo un boleto directo a la hoguera por propagar ideas contrarias al pensamiento eclesiástico.

También está el caso de Giordano Bruno, el fraile dominico, matemático y astrónomo que fue condenado a la hoguera por afirmar, entre otras cosas, que en el universo existían otros planetas con vida inteligente al igual que en la Tierra.

En este mismo listado entra ‘De revolutionibus orbium coelestium’, el libro de Copérnico en el que se plantea un modelo distinto al sistema ptolemaico. Eso bastó para que entre en el ‘Index librorum prohibitorum’, la lista oficial del Vaticano en la cual se encontraban los libros prohibidos para los fieles.

Según el historiador ecuatoriano Mario Garzón, especializado en historia eclesiástica, la tensión entre el pensamiento científico y la fe no es algo tan del pasado como se piensa. De hecho, él recuerda el caso del sacerdote Roberto Francisco Daniel, recientemente excomulgado por apoyar que la ciencia ha demostrado que la homosexualidad no es una enfermedad, y que por lo tanto no se podía tratar a estas personas como sujetos de segunda clase.

Asimismo, comenta acerca de las críticas que emitió Ignacio Carrasco de Paula, presidente de la Pontificia Academia para la Vida, contra Robert Edwards cuando en 2010 este último recibió el Nobel de Medicina por sus estudios sobre la fecundación in vitro.