La meta 90-70-90 parece lejana. La Organización Mundial de la Salud (OMS) lanzó esta iniciativa para reducir en un 30% la mortalidad por cáncer de cuello de útero hasta el año 2030, pero la estrategia no cobra suficiente impulso en gran parte de América Latina.
El plan se enfoca en tres pilares: alcanzar una cobertura del 90% de vacunación contra el virus del papiloma humano (VPH) en menores de 15 años; aplicar test de alta sensibilidad al 70% de las mujeres de 35 a 45 años; dar tratamiento al 90% de las diagnosticadas con la enfermedad cervical.
La llegada del covid-19 amplió la brecha aún más. Con la pandemia, la inmunización se estancó, se redujo la capacidad de testeo y el acceso a atención médica sigue siendo una debilidad en los países de bajos y medianos ingresos.
Las consecuencias se reflejan en cifras. Se calcula que cuatro mujeres mueren cada hora en América Latina por cáncer cervicouterino. En Ecuador hay casi 900 defunciones al año y se constituye como el sexto cáncer de mayor incidencia.
“La proyección es que para el 2025 aumentará”, alerta Carlos Humberto Moreno, presidente de la Federación Internacional de Patología Cervical y Colposcopia. “Es una situación preocupante porque mata a mujeres jóvenes, cabeza de familia”.
Vacunas vs. virus
La enfermedad cervical es uno de los dos tipos de cáncer que se previene con una vacuna -el otro es el hepático, con la fórmula contra la hepatitis B-. La razón es que se origina por el VPH, que puede adquirirse desde las primeras relaciones sexuales y sucede generalmente en la adolescencia.
Moreno explica que hay más de 200 cepas del virus. Unas 40 atacan el área genital, 14 son de alto riesgo y dos concentran una mayor carga de casos de cáncer. “El virus puede estar presente en el organismo y desaparecer; esto de forma continua hasta que persiste y produce la enfermedad”, señala.
El riesgo es elevado. Uno de cada dos adultos sexualmente activos podría adquirir el virus, aunque no todos desarrollarán cáncer. Eso depende de la respuesta inmune y otros factores que aún no se conocen con total claridad.
Cerca de los 30 años suelen aparecer lesiones precancerígenas en mujeres y a partir de los 50 años aumentan los diagnósticos de cáncer invasivo. No hay síntomas previos, por eso es necesario fijar como política de salud pública chequeos periódicos a partir de los 35 años y antes en mujeres con problemas inmunológicos.
16 años de protección
Como un método de barrera, desde el 2006 se aplica la vacuna contra el VPH. “En los primeros países que la usaron, de cohorte nórdica, se vio que las niñas vacunadas, que ahora son adultas, tienen cero lesiones”, dice María Eugenia Pérez, directora médica Regional de Vacunas de laboratorios MSD. Según la OMS, 107 países han incorporado la fórmula a sus esquemas de inmunización (el 55% en el mundo).
En Ecuador se aplican dos dosis a niñas de entre 9 y 15 años, con una cobertura por debajo del 30% en 2021. Otros países de la región, como Brasil, Argentina y Chile, también incluyen a niños por el riesgo de otros tipos de cánceres.
No es un solo cáncer
El útero no es el único blanco del VPH. Moreno explica que puede ir más allá del cérvix y causar lesiones cancerosas en vagina, vulva y ano. En los hombres está asociado a cánceres de cabeza y cuello, particularmente de boca y laringe por las distintas prácticas sexuales. Los expertos afirman que cada minuto una persona es diagnosticada con un cáncer relacionado al virus, de ahí que sugieren que la detección temprana es vital.
La ginecobstetra Andrea Schilling recomienda realizar tamizajes en la edad indicada. “La infección se adquiere en la adolescencia, en la mayoría de casos. Pero el cáncer no aparece en la adolescencia. Hacer un papanicolau a esa edad es una pérdida de recursos; debe hacerse a mujeres mayores de 35 años”. Schilling es especialista en ginecología infanto-juvenil y recomienda redireccionar la inversión hacia las vacunas.
Países como Australia han logrado frenar las infecciones con tres aplicaciones, entre los 12 y 26 años. En Latinoamérica se aplica una y hasta dos dosis, y países como Venezuela no las tienen.
Otro factor determinante es la inmunización de grupos vulnerables. Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay han incorporado en sus esquemas a personas con VIH, trasplantados, pacientes oncológicos y con tratamientos de inmunosupresión, población Lgbtq+, incluso tienen en cuenta a las víctimas de violencia sexual.
Más noticias de Ecuador en:
Visita nuestros portales: