Rodríguez es creyente y disciplinado

Paulo Rodríguez

Asiduo lector, de fuerte carácter y con un corazón enorme. Así describen sus allegados a Héctor Paulo Rodríguez Molina, presidente del Consejo de la Judicatura Transitorio. Él nació en Sao Paulo, Brasil, hace 53 años.
Sus padres, Héctor y Cecilia, ambos ecuatorianos, residieron por un tiempo en ese país y antes de que Paulo cumpliera un año lo trajeron a Ambato. Su nombre, precisamente, fue puesto en honor a la ciudad brasileña.
El barrio Español, sector céntrico y comercial de la ciudad de las frutas y de las flores, vio crecer a Rodríguez. En el parque Juan Montalvo jugaba con sus cuatro hermanos menores y sus amigos.
Frente al centenario sitio ambateño quedaba su casa y el consultorio de su padre, que era médico, en la planta baja. Bancos, restaurantes, boticas y almacenes rodeaban el barrio que Rodríguez recuerda con nostalgia.
El doctor Octavio Miranda fue su amigo desde que eran niños. Ambos estudiaron en el Colegio Mera, después en La Salle, hasta cuando Rodríguez cumplió 15 años y sus padres lo enviaron a estudiar en la Academia Militar Ecuador de la capital.
“Paulo siempre tuvo un hogar organizado, era muy buen estudiante, inteligente, y por ser el mayor de los hermanos tuvo un liderazgo especial”, recuerda Miranda, quien vive en Ambato.
El ejemplo de su padre le marcó la vida. Por ser el hermano mayor se despertaba junto a su papá, a las 05:00, para ir a trotar. La disciplina que le inculcó le ayudó de alguna manera a sobrellevar los tres años que estuvo interno en la rigurosa Academia Militar.
Una vez que concluyó el colegio, en donde llegó a ser brigadier mayor, ingresó a la Universidad Politécnica Nacional. Se graduó de ingeniero en Electrónica y Telecomunicaciones.
Las buenas notas le abrieron puertas para trabajar y viajar al extranjero. Ingresó a laborar con beca en el Ietel, en 1980, como Subdirector de Operaciones.
Su primer viaje fue a Estados Unidos en donde hizo un estudio sobre telefonía móvil, en 1981.
El segundo fue a Japón para realizar un curso sobre planificación y diseño que duró cerca de ocho meses, en 1982.
Sin duda el viaje que le dejó los mejores recuerdos es el que hizo a Alemania. Allí permaneció casi dos años. Tras renunciar al Ietel, en 1988, volvió a ese país europeo para estudiar un diplomado en Informática.
Paulo Rodríguez es muy parecido a su padre, hasta en el tono de la voz. Mauricio, el tercero de sus hermanos, dice que es un hombre de buenos sentimientos, noble, pero bastante temperamental e impulsivo.
“Así era papá y mi hermano tiene en gran parte la personalidad de él. Pero, asimismo, mi padre era muy humanitario, le gustaba hacer obra social y lo llevaba siempre con él. Eso es algo que Paulo conserva hasta hoy”.
Su madre era presidenta del barrio “pelucón” en el que residían, como Paulo mismo lo menciona.
Ella también prestaba ayuda social y es algo que Paulo hace también. El fallecimiento de ambos, cuando era joven, cambió la visión de la vida, lo sensibilizó más.
En el último piso del Consejo de la Judicatura, dos estanterías con 61 libros, siete reconocimientos y fotografías, decoran la oficina de sillones blancos y aire acondicionado. Con voz baja, pero firme, Rodríguez Molina dice ser amante del frío; por eso instaló ese sistema en el lugar que ahora es como su segunda casa.
Orgulloso muestra un cuadro colgado sobre la pared que lo acompaña desde hace 15 años. En este hay unos engranajes y un mensaje que afirma que cuando todos colaboran se puede conseguir algo. “Ese es mi lema”, dice.
“Para mí -continúa- se necesita de todos para salir adelante y conseguir objetivos”.
Su vida la ha dedicado a lograr objetivos. Se siente conforme con lo que ha hecho, pero le falta más. “Solo quiero cumplir bien con lo que me han encomendado”.
Eso es lo que trata de inculcar en sus dos hijos, Axel, de 20, y Paula Anahí de 12. Conoció a su esposa, Cynthia, y se casó con ella en Corea en 1984.
Fueron a vivir un tiempo en Alemania hasta el nacimiento de su primer hijo, quien decidió estudiar música y el padre piensa acompañarlo en el trayecto. “Para eso estamos los padres. Debemos ayudar y guiar a nuestros hijos, eso le gusta, yo estoy muy orgulloso de él”.
En el 2002 participó en un proceso para consultores en el Consejo de Competitividad. A fines de julio del 2009 conoció al presidente Rafael Correa, cuando ya era Director de esa entidad.
“Él confía en mí, en mi preparación y experiencia, por eso me encomendó la reestructuración del Registro Civil y ahora el sistema de Justicia. Tenemos poco tiempo pero lo vamos a conseguir”.
Es un hombre que cree mucho, no solo en sus capacidades sino en Dios. Asiste a la iglesia evangélica con frecuencia y es muy unido a su familia, trata de verla siempre. Es perfeccionista. Sus amigos y su familia consideran que ese es un defecto, pues por el mismo hecho de siempre, ser y tener todo perfecto, se estresa mucho.
“El ingreso a la oficina es a las 08:00, pero tú ves el auto del ingeniero parqueado desde las 07:30, es muy puntual”, coinciden sus subalternas en el Consejo de la Judicatura. El trabajo que marcó la diferencia y que lo hizo un personaje público fue en el Registro Civil. Durante dos años asumió la Dirección Nacional.
La cara de esa dependencia mejoró en procesos y en infraestructura.
Oswaldo Tapia, compañero en esa compleja labor, cree que su liderazgo y su perseverancia “lo han llevado a lo que es ahora”.
“No fue un trabajo fácil, dice Tapia, mas Paulo supo combinar el lado humano con esa reestructuración”. “Él se preocupó del talento y del proceso, creo que pese a que no es abogado logrará un buen trabajo en el cambio de la Función Judicial en el país”.
Andrés Páez no piensa de la misma manera. El asambleísta de la Izquierda Democrática asegura no conocer a Rodríguez en el plano humano, pero eso no impide ver que no se pueden mezclar sistemas con jurisprudencia.
“No es por desmerecer, simplemente hay cosas que no cuadran y podrá tener toda la voluntad, yo creo que debe encontrarse perdido en ese campo. No es una empresa, es la Justicia en Ecuador”.
Eso no desalienta a Rodríguez. Para él, “no existen obstáculos y menos con la ayuda de todos”.