Me movilizaba en el bus hacia el sector de la 30 de Julio, al oeste de Santo Domingo. Estaba sentada en el tercer puesto, pero ya no había casi nadie. A lo mucho unas tres personas. Todos los pasajeros se estaban bajando poco a poco porque la unidad estaba llegando a la última parada, hacia donde yo me dirigía.
[[OBJECT]]Cuando el bus llegó a la penúltima parada se subió un desconocido de gran estatura. Aparentaba unos 30 años. De lejos se le notaba que era sospechoso o que tenía la intención de pedirme algo de dinero o alguna pertenencia.
Él se sentó detrás de mí. Segundos antes de que me levante para disponerme a bajar me preguntó la hora. No le contesté porque presentí que me iba a robar. Ni siquiera le regresé a ver.
Me volvió a preguntar con un tono más agresivo. Y cuando me di cuenta, él estaba sentado en el asiento de al lado.
Me miraba feo. Ni el conductor ni el ayudante se pudieron dar cuenta porque la cabina de ellos tenía una división de vidrios polarizados negros.
Yo no podía hacer nada. Tampoco gritar porque estaba paralizada por el miedo. Luego el hombre me dijo que le diera el celular o, de lo contrario, me iba a matar. Debido al miedo no pude contestarle. El desconocido pensó que me estaba haciendo la valiente al no responderle.
Él volvió a preguntar y al mismo tiempo sacó un cuchillo supergrande de la cintura.
Era la primera vez que me robaban. La única reacción que tuve fue la de alzar los brazos. No sabía qué hacer, estaba sola. El hombre hablaba bien bajo para que el chofer no oyera.
Luego metió sus manos en mi bolso y en mis bolsillos. Ese día andaba sin dinero, así que se llevó mi celular y mi reloj.
Este se bajó rápidamente del bus antes de que llegue a la última parada. Yo me bajé luego de unos minutos y me puse a llorar de la desesperación.
Traté de pedir ayuda a los vecinos. Sin embargo, no había nadie a quién acudir. Con este, es el segundo asalto que me ocurre en el trasporte público.
Los desconocidos suelen esperar a que las unidades se vacíen y se lanzan contra sus víctimas. Incluso se bajan junto alguno en la parada y lo siguen y lo asaltan en la calle. Desde que me sucedió aquello ya no me dejo robar fácilmente. En otra ocasión no me dejé robar el bolso. Estuvimos forcejeando hasta que la gente que estaba alrededor hizo escándalo y el hombre se fue. Ahora sobre todo ando más prevenida.