Los roedores proliferan en zonas del centro y el norte de Quito

Las acciones de desratización incluyen la instalación de cebos especiales dentro de las alcantarillas y en lugares estratégicos de sitios públicos. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO

Las calles de La Vicentina son como las de cualquier otro sector. Hay algo de hierba crecida y algunas alcantarillas permanecen sin tapa. Los contenedores de basura no existen en varias esquinas, por lo que esta luce amontonada en unos lugares.  

Ese es el escenario perfecto para la proliferación de roedores, según Francisco Velasteguí, inspector de la Unidad de Bienestar Animal (UBA). Esta entidad municipal ha coordinado 145 actividades de control de plagas entre marzo y agosto de 2022. 

Las actividades incluyen el control pasivo con capacitaciones y asesoría para la prevención. También está la colocación de veneno luego de las inspecciones técnicas.  

El popular barrio (La Vicentina) es uno de los más afectados por la plaga. Inés Holguín vive ahí desde hace casi dos décadas y afirma que los roedores han aumentado con los años. Con sus vecinos se organiza para hacer mingas y limpiar su calle. Para ella, esto es “algo para tratar de que no invadan (los ratones)”.

También han mandado un par de solicitudes a la Administración Zonal, que va un par de veces al año y aplica veneno en las áreas problemáticas. 

Según Melisa Arellano, jefa de Salud de la Administración La Delicia, las solicitudes llegan desde la comunidad y tarda entre una y dos semanas la ejecución de acciones. Desde la zonal acude la unidad veterinaria para buscar indicios de la presencia de los roedores. 

Las señales son sus heces, madrigueras o su misma aparición. “Cuando ya se los ve, se determina un nivel de afectación grave”, dice Arellano.  

Velasteguí añade que se puede decir que la zona ha sido infestada cuando se pasean a plena vista del día. En ese caso, la intervención requiere un seguimiento por meses.  

Convivir con roedores

Para Iralda Freire, moradora del barrio San José de Pomasqui, el problema son las aguas servidas que bajan por la quebrada.   

Este sector es parte de la Administración Zonal La Delicia, donde junto con las administraciones Manuela Sáenz y Eugenio Espejo, se ejecuta el 83% de las acciones de desratización en la ciudad.

Estas zonales abarcan los barrios del centro y norte de Quito. La UBA afirma que las intervenciones han aumentado en los últimos años en estas localidades. 

Los técnicos de la UBA trabajan en conjunto con el personal de las zonales y los vecinos que alertan de la plaga. El veneno es colocado dentro de las madrigueras o colgando en las alcantarillas.  

La idea es mantener el rodenticida alejado de las mascotas o los humanos. Arellano destaca que no se han tenido problemas por el consumo o contacto hasta ahora.  

Sin embargo, Freire afirma que es necesario cumplir con el mismo procedimiento cada seis meses. Desde su ventana puede ver a los roedores que deambulan por la quebrada. Eso, fusionado con los olores de los desechos, deja un aire viciado difícil de respirar.

Para María Fernanda Solís, experta en salud pública, lo más importante es reducir los desechos que se generan. De esta manera los roedores se quedarían sin una fuente de alimento y refugio y el problema podría ser controlado, aunque no habla de erradicación. 

Lugares amplios

Dentro de la zona Eugenio Espejo, los principales lugares atendidos de manera regular son los parques Bicentenario y La Carolina. Esto se debe a que la afluencia de personas equivale a la cantidad de desechos que se convierten en alimento para los roedores.  

Velasteguí detalla que en lugares como La Carolina necesitan colocar al menos 30 puntos de rodenticida. Se trata de dispositivos que incluyen cinco bloques parafinados que cuestan USD 1,83. También se aplican pellets con 200 gramos de veneno, con un valor de USD 2,32 por cada unidad.

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