Los asistentes pudieron observar del Papa solo su llegada y su salida. Foto: Diego Pallero/ EL COMERCIO
La posibilidad de ver al papa Francisco, de escucharlo en vivo y de sacarle una foto para el recuerdo o el Facebook se desvanecieron. Ese era el deseo de Inés Beltrán y de muchos católicos que esperaron más de cuatro horas en la Plaza de San Francisco, en el Centro Histórico de Quito. Soportaron el frío de 12 grados y una lluvia que a ratos amenazaba con convertirse en tormenta. Al final la espera valió la pena: cientos de fieles vieron al Papa. Pero lo hicieron de lejos.
“Esperaba que nos bendijera, que se acercara a nosotros y nos dé algunas palabras, pero le subieron al papamóvil y se fue”, comentó Iván Romero, de 43 años.
Los asistentes pudieron observar del Papa solo su llegada y su salida. El resto de su visita a la iglesia franciscana lo miraron a través de tres pantallas colocadas en la Plaza. “Para eso me hubiera quedado en casa y lo veía en la tele”, agregó María del Pilar Espinosa. Ella llegó a las 12:30 a este sitio junto con su esposo, un hombre enfermo de lupus. “Escucharlo fue muy lindo, nos llena de alegría, pero qué pena que no nos saludó”, indicó.
Los cientos de asistentes intentaron llamar la atención del Pontífice con gritos: “Francisco te queremos, Francisco te queremos”. La Plaza lucía iluminada por cientos de velas. Pero nada sirvió. Los hombres encargados de la seguridad del Padre lo subieron al vehículo blanco y sin pérdida de tiempo arrancaron hacia la Compañía, en donde le esperaba el cuadro de Santa Mariana de Jesús. Junto a su imagen, Francisco se iba a postrar en una oración.
Sin embargo, el mensaje del Papa, en el interior de San Francisco conmovió a varios católicos que se encontraban en la Plaza. Alzaron sus manos al cielo o movieron sus cruces de madera en señal de aprobación.
El mensaje
El discurso de Francisco se centró en la justicia social, un tema que ha repetido a lo largo de su visita al Ecuador. A través de la vida familiar dio claves de convivencia ciudadana. La primera parte de su mensaje lo dedicó a explicar el concepto “ser de casa”.
Así -indicó- se sentía al recibir las llaves de la ciudad de manos del alcalde Mauricio Rodas. Para el máximo líder de la Iglesia Católica, la sociedad debería comportarse como una gran familia. Como aquellas madres que hacen colas afuera de una cárcel para visitar a sus hijos o esposos “que no se portaron bien, pero que siguen siendo de casa”. Este mensaje lo dijo frente a 700 invitados en la iglesia de San Francisco, representantes de la sociedad civil como empresarios, políticos, jueces, etc.
A ellos les dijo que “la política es una de las formas más altas de la caridad” y que actualmente, “el actuar nuestro se basa en la confrontación que produce descarte. Mi posición, mi idea, mi proyecto se consolida que soy capaz de vencer al otro, de descartarlo”, indicó.
Ante esta realidad llamó a ver al otro “al oponente político” como si fueran los hijos o los esposos. Además de construir una sociedad basada en tres valores: la gratuidad, la solidaridad y la subsidiariedad. También habló de la riqueza. “Lo que somos y lo que tenemos ha sido dado para bendecir a los demás”. Y definió la justicia social como la defensa del derecho de otro a tener una vida digna.