En su defensa, el presidente de EE.UU., Barack Obama, ha señalado que él es un heredero de toda la crisis actual que puso a EE.UU. al borde de un problema similar al ocurrido en el 2008, cuando estalló la burbuja inmobiliaria.
Las secuelas de esa crisis no han pasado y el Gobierno estadounidense deberá ajustarse el cinturón y, a la vez, adoptar medidas que le alejen del fantasma de una nueva recesión económica.
Lo que el mundo vive en los actuales momentos, según el economista Francisco Proaño, es todavía el coletazo de la crisis que se desbordó en el 2008 y que coincidió con la cúspide del excesivo gasto militar en el que incurrieron EE.UU. y el resto de naciones europeas aliadas, tras el atentado terrorista a Nueva York, del 11 de septiembre del 2001.
“Desde ese día, el gasto militar de todos quienes se aliaron para combatir el terrorismo se multiplicó. Y empezaron a caer en el 2008 presas de ese gasto desmedido: EE.UU, España, Italia… Hubo llamados de la sociedad a ir bajando el gasto militar pero no se lo hizo, hasta que fue muy tarde”.
A eso se sumó la burbuja inmobiliaria que registraron los países desarrollados que hoy tienen mayores problemas. Leopoldo Abadía, ex profesor del Instituto de Estudios Superiores de Empresa en España, explica que aún hoy aparecen noticias de que tal o cual banco presentó grandes pérdidas y quebró. Esto viene derivado de la ficticia realidad que se vivió en la crisis del 2008.
“En ese entonces, todo el mundo partía de la base de que quien tiene una casa que vale 100, al año siguiente valdría 110. En este contexto, los bancos, cuya misión es vender dinero, cobraban intereses muy bajos y pensaban que si podían subir los intereses y dar muchos créditos harían negocio. Así nacieron los préstamos ‘ninja’, otorgados a gente sin empleo, sin ingresos fijos ni propiedades, las conocidas ‘subprime”.
El sistema financiero fue nutriéndose de estos créditos ‘ninja’ hasta que esas personas no tuvieron para pagar las hipotecas. Y, entonces, los bancos vendían las casas a cualquier precio para no perderlo todo. Pero fue insuficiente y empezaron a quebrar.
Para que el sistema en su totalidad no colapsara, los gobiernos inyectaron dinero. Este salvataje, más el gasto militar, terminó hace pocos días por saturar el nivel de endeudamiento y abrir el escenario de una nueva crisis.
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