La cosecha de naranja se encuentra en su apogeo y se extenderá hasta mediados de septiembre en cuatro cantones de la provincia de Bolívar.
A las 05:00, en el recinto Yatuví del cantón Caluma, decenas de agricultores con su machete en mano caminan por una vía estrecha y asfaltada en dirección a las fincas productoras.
Arrean mulares que cargan en sus lomos canastas de mimbre o chalos (cestos para frutos).
En el grupo está Manuel Gallegos, a quien lo conocen como ‘Tarzán criollo’ por la habilidad que tiene para escalar los árboles. Este experimentado agricultor, de 63 años, es una de las figuras más conocidas en Yatuví, un recinto de 200 familias ubicado 16 kilómetros al noreste de la cabecera del cantón Caluma.
Según el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG), en este territorio están 10 500 de las 50 000 hectáreas de naranja que se cultivan en el país. Esto equivale el 21% de la producción. Los cantones Las Naves, Balsapamba, Caluma y Echeandía son los mayores productores de este cítrico.
La recolección de este año avanza en medio de un incremento del costo de la fruta, que se encarece a medida que pasa por toda la cadena productiva.
Ahora mismo en las fincas el centenar cuesta USD 3,75, mientras que el año pasado el precio era de USD 1,50. En este negocio, los agricultores venden en grandes cantidades y así el precio unitario pasa desapercibido.
En los mercados, ese esquema no se aplica ya que las 100 unidades terminan costando USD 5, de acuerdo con el precio puesto por el intermediario al comerciante. Un consumidor final, en tanto, paga hasta USD 2 por 25 naranjas.
Menor producción
Según Édison Mayorga, director distrital del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG), los agricultores producen entre 50 000 y 70 000 unidades por hectárea. Cultivar una hectárea cuesta USD 600 y en el momento de la comercialización, el productor puede tener ingresos de hasta USD 900 por esa superficie cosechada, una vez cubiertos gastos operativos y mano de obra, pues todo depende de la fertilización y el cuidado.
Pero la producción se ha reducido, especialmente la variedad nacional, cuyas plantas ya tienen 40 años en rendimiento. Esto afecta pues la naranja es parte de la economía de, al menos, 3 200 familias de los cuatro cantones.
Dos veces por semana, el técnico del MAG, Geovanny Ramos, recorre las fincas visitando a los agricultores. Les dicta charlas sobre siembra, fertilización, podas y la cosecha que deben aplicar cada año para mantener la producción y la calidad del fruto.
Solo en El Triunfo, Guayabal, Pita, Pital, Charquiyacu, San Vicente y Caluma hay 1 200 familias que viven de la producción de 2 500 hectáreas.
Tradición familiar
En Yatuví, que también es parte de estas zonas frutícolas, el agricultor Manuel Gallegos aprendió a cosechar la naranja desde los 13 años. Su padrastro vio en él un potencial innato para recoger las frutas, que crecen hasta 15 metros de altura. Con una camisa raída, pantalón descolorido, gorra y botas de caucho negras se cruza de un tronco a otro con un bolso de tela, en el que guarda una soga. Esta sirve para atar las ramas y movilizarse como acróbata.
También tiene una afinada puntería para lanzar los frutos hasta una lona templada que ayuda amortiguar la caída y se desliza por la hojarasca que cruje a cada paso que da Javier Gordillo, su ayudante y encargado de contar y apilar las naranjas. “De esa forma el fruto no se estropea, llegará sana a los mercados. Aquí mantenemos nuestro prestigio de contar con la naranja más deliciosa y jugosa”, señala Gallegos, con cierto orgullo, desde lo alto de uno de los 1 500 árboles que tiene en producción en su finca.
Allí crecen las variedades Valencia y nacional o criolla. Este año espera cosechar 120 000 naranjas y venderlas en Guaranda, Ambato, Guayaquil y Riobamba.