Wilma Peñaherrera se jubiló y dejó la ciudad para dedicarse a producir café de altura a 1 800 metros sobre el nivel del mar, en plena Reserva de Biosfera del Chocó Andino.
Wilma destinó una hectárea de su finca agroturística, Casa Rumisitana, para este grano; también conocido como arábigo o de altura. La casona se ubica en Nanegalito, a una hora y media de Quito.
“Es un trabajo edificante porque yo ya me jubilé y no tenía qué hacer, pero ahora esto (el café) me tiene ocupada. No me da tiempo para nada, ni para enfermarme (risas)”, dice.
El café de altura tiene un aroma intenso, menos cafeína que otras variedades y gran calidad. El grano se produce, mayoritariamente, en provincias como Morona Santiago, Pichincha y Galápagos.
Wilma se inició en la actividad del café gracias a un programa gubernamental, y apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en el 2015.
Para Wilma, el objetivo no es solo producir y exportar, sino generar una verdadera cultura de consumo de un café de calidad en el país. Además, se busca contar con una alternativa adicional de ingresos de la producción lechera, que se realiza en la zona desde hace 20 años. Por eso, Casa Rumisitana organiza ‘tours’ del café.
La línea de este grano genera ingresos de USD 6 000 a 7 000 al año, a la finca. Una parte de la producción se destina al mercado local bajo la marca Café de la Peña y, una pequeña parte va a Estados Unidos y Japón.
Según la productora, lo exótico y el aroma del café que se produce en la zona han permitido darle ese ‘plus’ a su producto y que sea bien recibido en mercados internacionales.
Con este tipo de iniciativas se busca rescatar un sector que ha visto caer sus envíos los últimos años, tanto del grano como de elaborados. Sin embargo, en este año se recuperaron los envíos de la presentación en grano. De enero a mayo del 2021, la exportación de este producto movió USD 2,7 millones, más que los 1,4 millones de iguales meses del 2020.
Para impulsar al sector en los últimos años la industria cafetalera se inclinó hacia la producción del café especial. Este es un tipo de café que, gracias a la geografía y al clima, permite que la producción de granos tenga un sabor único.
En el país, la producción dejó de enfocarse en los grandes volúmenes para centrarse en detalles y valor agregado, dice Pablo Pinargote, gerente de la Asociación Nacional Ecuatoriana de Café (Anecafé).
De poco, el apetito por este café especial de Ecuador, con valor agregado, está ganando interés en los mercados internacionales, agregó Pinargote.
El número de destinos a los que se envía café y sus elaborados se ha mantenido en los últimos años; sin embargo, hay destinos como Reino Unido, Bélgica o Turquía donde la oferta de café ha logrado ganar terreno, según Fedexport.
Un factor que ha permitido que el grano escale a mercados internacionales es la mejora en las técnicas de fertilización y post cosecha. Estas acciones han incidido para que los cultivos se modernicen.
Wilma trabaja sus tierras con tres trabajadoras que se encargan de fertilizar y regar las plantas, pero ella tiene un rol fundamental en el proceso productivo. Wilma es la encargada de seleccionar el mejor grano, a mano, antes del proceso de secado y despulpado.
Las empresas y emprendedores también se han enfocado en mejorar las presentaciones de los productos; por ejemplo, con empaques que vendan una “marca país”.
De esta evolución da cuenta Luis Cabrera Montiel, gerente de Café del Bosque, una pequeña firma de El Oro que llega a tiendas en Estados Unidos, desde hace tres años, y que está en las principales cadenas de supermercado del país.
La firma, que trabaja con 20 productores en las Galápagos, Zaruma, Puyango y Loja, ha recreado empaques para cada zona de donde viene el café. Por ejemplo, el que proviene de las Galápagos, tiene en la parte frontal de su presentación a la tortuga característica de las islas, y una pequeña descripción del aroma frutal que tiene el grano.