Myriam Pérez es cofundadora de Idea Dignidad, una fundación que vela por la erradicación de las desigualdades. Es trabajadora social, especialista en educación en derechos humanos y en acompañamiento a víctimas de violencia de género.
¿Qué es lo más urgente que necesitan las víctimas de violencia de género?
No solamente es atención psicológica, sino también protección para que cesen los actos de violencia. Si la víctima no ha logrado enviar ese mensaje y el victimario no detiene sus actos de violencia, hay un tercer actor que en este caso es el Estado y la sociedad, los que deben conminar a ese agresor a detener esos actos. Para eso también están los sistemas de justicia.
¿Y si esa protección no llega?
Se le hace pensar a la víctima que lo que le pasó a lo mejor no es algo tan importante o que puede esperar. Cuando la víctima sabe que no puede esperar, porque conoce a su agresor y sabe a lo que es capaz de llegar a hacer.
Aquí en Ecuador, ¿el acompañamiento psicológico de primera mano es el correcto?
No tenemos equipos suficientes ni formados en atención psicológica especializada en víctimas de violencia. Es decir, las víctimas necesitan ser atendidas por personas que comprenden lo complejo que es la violencia basada en género. Lamentablemente, las personas que están en los sistemas de justicia no están formadas en atención a violencia desde un punto de vista especializado. Se atiende como si fuera otra problemática.
¿Es necesario que sean especialistas?
Es importante entender, por ejemplo, que cuando hablamos de violencia no nos referimos a un único hecho, son reiterados. Eso crea un estado psíquico en las víctimas que necesitan una intervención específica de alguien que sepa los tipos de dispositivos que son necesarios trabajar desde el punto de vista psicológico.
¿Por qué?
En las víctimas de este tipo de violencia se crea algo que se llama impotencia o indefensión aprendida. A medida que pasas más tiempo expuesta a violencia, es más difícil salir del ciclo. El efecto de violencia de género es un daño, una herida. Si esas heridas emocionales no las atendemos, como las físicas, se van a abrir. Nuestra sociedad no valora con la misma importancia los daños emocionales y casi siempre esperamos a que sanen solas.
Y eso puede abordarse desde el primer encuentro con la víctima que busca ayuda
Cuando se ha vivido violencia reiterada se crean fenómenos psíquicos. La gente piensa que es muy fácil salir de ahí. Pero si fuera así de sencillo no tendríamos las situaciones que tenemos. Las víctimas entran en un estado disociativo de la consciencia y hace que genere estrategias de ocultación. El cerebro trata de mitigar el dolor. Las víctimas son sometidas a mucha confusión, pasa a nivel cerebral, no de conciencia. Muchas sienten vergüenza, frustración pero no saben cómo salir de ahí. Se mezcla ese estado de confusión, con culpa y confusión.
¿Si es que las víctimas acuden a un sistema judicial no preparado o especializado qué pasa?
Primero necesitamos una sociedad que no normalice la violencia. Cuando las víctimas ya deciden romper el silencio necesitan encontrarse con personas que sepan por lo que están pasando. Que entiendan que el agresor usa mecanismos para que estén confundidas y disociadas (se pierden en sí mismas). Si es que no hay escucha activa, si no hay un sistema preparado para creerle, es muy fácil que esa víctima regrese donde su agresor porque no ve salida.
Si es que no hay esa atención o el tratamiento adecuado ¿qué otras consecuencias aparecen?
La herida quedará muy mal sanada. Y con cualquier emoción, esas heridas emocionales se van a abrir muy fácilmente. La persona pierde la percepción en sí misma, la fe en sí misma, la autoestima. Piensa que se lo merece.
¿Qué más debe proporcionales el sistema judicial a las víctimas?
Se necesita que crean en ellas. Los procesos legales son muy desgastantes, por eso hasta pedimos que ese proceso lo pasen con apoyo terapéutico, porque los abandonan con facilidad y ahí hasta son criticadas. Y no es que les gusta que les maltraten, como dice la gente. El sistema es tan revictimizante que, entre volver a lo conocido y un mundo desconocido que no te brinda protección, tienden por la primera opción.
A largo plazo, ¿qué ocurre con la salud mental de esas víctimas?
Hay mujeres que viven con cuadros muy altos de depresión y ansiedad. Cuando no son atendidas de manera adecuada, desarrollan impotencia o la indefensión aprendida. Ese mecanismo neurbiológico hace que, frente al maltrato repetitivo, la capacidad de responder se disminuya. Su comportamiento se transforma, se hace más pasiva. Cuanto más expuestas están a la violencia, menos capacidad de salir tienen. O también la persona se puede desprender de su conciencia para evitar sentir un dolor demasiado alto. Se ve a sí misma sin poder hacer nada. Eso le permite sobrevivir, pero no es consciente del daño que está recibiendo.
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