La violencia de género y la depresión en los adolescentes son los trastornos psicológicos predominantes en el cantón Nabón, en Azuay. Así lo determinó una investigación de la Universidad del Azuay (UDA).
Nabón tiene 15 900 habitantes, el 32%, indígena. Tiene altos niveles de pobreza, desnutrición infantil, desempleo, necesidades básicas insatisfechas y adultos mayores en condiciones de abandono.
Estas condiciones de vida, la migración y la pandemia, que llevó al encierro y a una crisis económica profunda, incidieron para aumentar los problemas de salud mental. Así lo refiere Fray Martínez, investigador de la UDA.
Suicidios prepandemia
El estudio se planteó por la prevalencia de suicidios reportados antes de la pandemia de covid-19. En el 2020, en plena emergencia sanitaria, hubo dos casos y más de 10 intentos. La investigación estuvo dirigida por docentes y 60 estudiantes de Medicina y de Psicología. En el 2021 empezó la aplicación de la prueba a 939 personas: 214 menores de 19 años y 725 mayores de 20.
Los resultados identificaron 17 tipos de trastornos como la depresión, comportamiento suicida, bipolaridad, estrés, pánico, ansiedad, conductas violentas, agorafobia (miedo a espacios abiertos) y consumo de alcohol y sustancias.
Entre los principales factores de riesgo desencadenantes se identificó a la migración, deudas, desintegración y disfuncionalidad familiar, vivir solo, las separaciones y la discriminación. Además, ser indígena, mujer, analfabeta y con educación básica completa.
María Morocho tiene 52 años y vive en la comuna indígena de Shiña. Apenas acabó el tercer grado y ayudaba en las tareas agrícolas. Ella dice que siempre se ha sentido humillada por su esposo y discriminada por la sociedad. “En la casa me golpeaba e insultaba mi marido y cuando salgo a otra ciudad me siento discriminada por el trato que recibo”, confiesa.
Violencia y migración
Según el estudio, el 26,5% de las mujeres soportan violencia de sus parejas. Hay casos que llegan al femicidio como el de Julissa Tannt, de 22 años. Ocurrió en mayo pasado, en la comunidad de Cochaseca. La joven fue golpeada, ahorcada con un cordón y su cuerpo tapado con ropa en una habitación.
Se detuvo y procesó a su pareja sentimental, un adolescente de 16 años. En agosto pasado, un juez de Azuay impuso cuatro años de internamiento institucional al implicado en el Centro de Adolescentes Infractores de Cuenca.
Asimismo, el 24,4% de adultos y el 22,4% de adolescentes enfrentan episodios depresivos mayores (tristeza, ira o frustración). Once de los 214 entrevistados, menores de edad, presentaron riesgo suicida. Además, al preguntar si el estado mental se vio afectado por la pandemia, el 47,2% respondió que sí.
En el caso de los menores también inciden la migración y separación de los padres, explicó Martínez. Quedan en manos de familiares o allegados y sufren mucho por la ausencia de los padres. Otros incluso han muerto en el intento, lo que deja más dolor en la familia.
Es el caso de Milton Quezada, de 35 años. Ese padre de familia emigró en febrero del 2021 y dos meses después murió al caer de lo alto del muro fronterizo de México-Estados Unidos. Dejó a dos menores de edad que no han superado la tragedia.
No hay cifras oficiales, pero los habitantes cuentan que con la pandemia se han marchado familias enteras. “Se fueron tres de la familia Morocho, cuatro de los Lalvay, dos de los Naula y otros”, dice una indígena que camina rápido hacia la huerta, casi sin querer hablar.
La investigación entró a la segunda fase. Los docentes que dirigen el proyecto: Yolanda Dávila, Sebastián Herrera, Lucy Matailo y Fray Martínez y los estudiantes universitarios capacitan al personal de las instituciones públicas.
Bomberos, Policía Nacional, Ministerio de Salud, Junta de Protección de Derechos han recibido talleres para aprender a reconocer los tipos de trastornos de salud mental y cómo dar contención a la población que lo necesita. Además, brindarán charlas a la población sobre convivencia.
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