La usaba el popular Juan Pueblo, aunque un poco deshilachada. Y se convirtió en casi un ícono con el alcalde Jaime Nebot, en especial cuando la desabotonó para mostrar su pecho en un discurso político, en una tarima en plena avenida 9 de Octubre.
Pese a ello, sus costuras no se dejan guiar por tendencias políticas. También era la favorita del ex presidente Abdalá Bucaram y ahora hasta se confecciona en el tono verde del movimiento Alianza País. Tradicional, fresca, cómoda, la guayabera se ajusta a la época. Hace década era un atuendo para ‘pelucones’.Pero ahora la usan desde los fotógrafos del Malecón 2000 que buscan el mejor ángulo de Bolívar y San Martín, hasta caballeros con maletín, como César Urrea, quien la lleva un poco abierta para ver el crucifijo que guinda de su pecho. “Esta es la herencia de los guayaquileños de antes, pero la juventud tiene otra moda”.
Con el paso del tiempo, este ícono de la ciudad puerto poco a poco dejó de encantar a los jóvenes. En las calles del centro de la ciudad es común ver a chicos con las ceñidas ‘T-shirts’ de algodón.
Polo, Tommy, Versace, Guess, Boss son algunas de las marcas. Naranja, verdes, fucsia, rosa, turquesa son los colores favoritos de moda de la nueva generación, ideales para combinar con ‘blue jeans’, con gorras, gafas y peinados en punta, como Bryan López.
En el local 60 de la Bahía, en el centro, Pablo Vaca acomoda un par de guayaberas en medio de cientos de camisetas coloridas. “Ahora los muchachos quieren estar a la moda gringa”.
En otro pasillo del movido sector Villamil, en la Bahía, el grito de los vendedores es ensordecedor. “A 10, lleva tu camiseta a 10, puro algodón”, vocean.
De ese lado, todas las estanterías están forradas con cientos de diseños. “Los jóvenes quieren están más frescos, más sport”, dice Pedro Cuenca, mientras acomoda su variada oferta.
Sin embargo, la guayabera sobrevive. Una cinta métrica, una regla de costura y unas tijeras resaltan sobre la estantería del taller Orellana, en las calles Lorenzo de Garaicoa y Febres Cordero. Ahí, entre el eco de las máquinas y los retacitos de telas multicolores, se revoluciona a la guayabera.
En las repisas del local se exhiben rollos de telas a cuadros, rayadas, en tonos oscuros, con bordados, linos irlandeses, algodones de colores brillantes’
“Los muchachos dicen que la guayabera es de viejos, para el abuelito o el papá. Pero con los diseños que estamos haciendo los chicos hasta la usan con jeans”, cuenta para Rómulo Orellana Pizarro, propietario del local.
En 1971, junto a Irene Flores, su esposa, inició un negocio de confección de camisas y luego se especializaron en las guayaberas, o como él le dice, el esmoquin guayaco. Los tonos tradicionales eran blanco, celeste y beige, y el precio de entre 3 y 4 sucres.
“Es elegante y hasta reemplaza a la leva. El saco y la corbata sofocan, pero la guayabera da soltura’ así es el guayaquileño”, dice don Rómulo.
La popular pieza, originaria del caribe cubano, se caracteriza por sus festones, cuatro bolsillos, 27 botones y 29 pedazos de tela que se unen como un gran rompecabezas, con hilo y aguja. Todo el trabajo es artesanal, se hace a mano y toma hasta tres horas.
“Hay más de 30 modelos, pero siempre guardando el estilo de la prenda que, según la historia, nació en el trópico cubano”. Entonces el hombre evoca la historia de una mujer que vivió hace muchos años junto al río Guayabó, en Cuba. A mano, cosió una camisa con grandes bolsillos para que su marido pudiera recoger más guayabas en el campo.
El reflejo de los maniquíes en las vitrinas del local ubicado en el Garzocentro 2000, en el norte, atrae miradas. Ahí trabajan Freddy y Juan Carlos Orellana, los hijos de don Rómulo.
En las repisas, cada pieza está marcada con la imagen de una guayabera bordada y la frase: ‘Orellana, made in Ecuador’. Esa fue la sugerencia de un cliente y desde entonces su marca se extendió por la Costa, en la Sierra y en el exterior.
Incluso crearon las quilberas, un diseño exclusivo de Irene Flores para mujeres. También hay vestidos y miniguayaberas, para los más chicos.
En el antiguo libro de medidas, de más de 200 hojas, los Orellana guardan miles de nombres. En sus líneas resaltan políticos, ministros, diputados, jueces, cónsules’ Y hace poco confeccionaron una en tono verde País, especial para el presidente Rafael Correa.
En las calles de Guayaquil, el espíritu de la guayabera sobrevive. Se pasea en las bancas de la 9 de Octubre aferrada a Bolívar Reyes. “De tanto ver al alcalde Nebot me la puse”. A pocas cuadras, la prenda toma vida en Cristóbal Perrozo. Él la usa desde los 18 años. “Crecí con esta tradición. No sé mis hijos, pero en mi clóset solo hay guayaberas”.