Analistas consideran que hay un punto intermedio hacia el que América Latina converge. Estiman que la elección presidencial en Brasil será clave. Las candidaturas financiadas por mafias se ven como amenaza.
La derrota de la propuesta de la nueva Constitución en Chile tensó el ambiente político regional. El hoy presidente Gabriel Boric había llegado al poder aupado por la propuesta, que pasaba por defenestrar en las urnas la Constitución heredada de Pinochet.
Para el analista político de ese país, Horacio Prieto, hay más convergencia que sectarismo ideológico. Recuerda que el propio Boric llegó al poder gracias a su acercamiento a sectores del Socialismo moderado y de la Democracia Cristiana, que aceptaron votar por un joven con nuevas ideas nacido post dictadura y con hambre de equidad. “Si bien en el plebiscito se impuso la oposición, esta también gira en torno a sectores de centroizquierda, lo que evitó que la opción por el Rechazo quedara encajonada en la derecha”, afirma.
Los líderes de la derecha que estuvieron en contra de la Carta Política, escrita por la Convención Constituyente, han mostrado su disposición a continuar con el proceso constituyente. Y eso “facilitó que una parte de la ciudadanía votara en contra, al ver que las fuerzas políticas se comprometían a seguir trabajando por una nueva Constitución”, añade.
Algo parecido tuvieron que hacer Pedro Castillo en Perú y Gustavo Petro en Colombia. Incluso el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador “funciona junto al mercado, no contra él”, dice Prieto. Y, si se mira al futuro cercano, Lula, nuevamente candidato a presidente de Brasil, debió recurrir a un socialdemócrata escorado a la derecha como binomio.
Para Mauricio Jaramillo, internacionalista colombiano, la moderación se ha vuelto imprescindible y recuerda que Boric tuvo que sacrificar esta semana a su círculo íntimo en el Gabinete y abrirse aún más a la centroizquierda tradicional para tratar de iniciar un nuevo proceso constituyente.
Ecuador también es muestra de que los extremos ya no caben: “se supone que es de derecha, pero en términos económicos no está lejos de la izquierda”, dice Santiago Carranco Paredes, internacionalista y catedrático de la UIDE y añade. “La reforma que aumentó impuestos no es nada liberal. Con excepción de Cuba o Venezuela, ya nadie es extremo en América Latina”, añade.
Jaramillo está de acuerdo y sostiene que tampoco es tiempo de la Alba ni del Acuerdo de Lima: “la negociación de posturas será la luz al final del túnel de la crisis política. Ya no hay santuarios ni capitales a las que obedecer. Eso sí, habrá lucha contra los autoritarismos de cualquier lado en la región: Bukele, Bolsonaro, Ortega, Maduro y otros, que no son la regla”.
Brasil será el punto de inflexión
El 2 de octubre, los brasileños acudirán a las urnas a elegir presidente. El actual mandatario Jair Bolsonaro busca la reelección, pero en primer lugar, según las encuestas está Luiz Inácio Lula da Silva, que busca un tercer periodo.
De confirmarse los pronósticos, Jaramillo cree que “será el epitafio de la derecha en la región, la confirmación de que gobiernos de esa tendencia, como los de Duque y Piñera desgastaron el discurso neoconservador”. Añade que Lasso también lo está haciendo en Ecuador. “Como antes Chávez y Maduro destruyeron el discurso de la izquierda, mostrándolo inservible para responder a las demandas sociales”.
Para él lo que pase en Brasil será un quiebre político, además, porque podría significar el retorno de ese gigantesco país a espacios multilaterales que Bolsonaro prácticamente abandonó, como Celac, Brics y el G22.
Carranco coincide en que las elecciones en Brasil son estratégicas: “porque es una potencia: en la última marea rosa fue Brasil que guió la integración regional de Unasur”. El excanciller Francisco Carrión sostiene que a pesar de los altibajos en la región, los hechos muestran que la democracia funciona. “El pueblo chileno votó en un sentido y otro, según su criterio. En Brasil, Lula podría triunfar; en Argentina la izquierda sucedió a la derecha. En Perú y Ecuador, a pesar de las dificultades los gobernantes siguen.
En Colombia, la izquierda logra ser elegida y asume sin inconvenientes. Si bien hay dificultades agravadas por la pandemia y la crisis económica global, las instituciones son respetadas”.
Sobre Ecuador, cree que dejó de ser un país pequeño, para ser uno mediano, capaz de promover acuerdos contra las crisis. Coincide en que la integración es fundamental para enfrentar problemas en bloque y buscar una fórmula intermedia con regulación estatal pero con libertad de mercado.
Jaramillo considera que la consolidación regional no solo depende de los políticos y acciones locales; en un mundo globalizado dependerá también de terceros, como China, India, EE.UU. Acepta que será difícil la recuperación económica y la estabilidad política y social si todo queda en manos del mercado. “Hace falta más Estado que recupere, regule y distribuya. Hay que resucitar los servicios sociales para volver gobernables nuestros países”.
Para Gabriel Gaspar, politólogo chileno, no bastan los liderazgos políticos porque la pandemia mostró que hace falta mayor protección social contra el desempleo, desnutrición, insuficiente atención en salud. Urge “reconstruir la institucionalidad”: fuerza pública, justicia imparcial, vigilancia de recursos públicos, inversión en obras, como carreteras, hospitales, escuelas, entre otros.
Sin embargo, hay grandes retos: falta de recursos económicos, mayor delincuencia, corrupción generalizada y pocas expectativas ante un futuro incierto debido al desempleo rampante en la región.
Son imprescindibles para entender la incertidumbre en nuestros países, afirma el sociólogo Ramiro Andrade. Para él, la democracia tradicional era vista como un camino que conducía a soluciones: “ya no más, dejó de ilusionar. Ya hay conciencia de que hay que pagar impuestos, respetar los derechos humanos”, pero ya no cabe la palabra revolución porque “luce devaluada. Pero para converger y refundar, las élites tienen que dar el primer paso”.
Amenazas
Las mafias del narcotráfico son vistas como un peligro inminente para la estabilidad política de Latinoamérica.
En algunas regiones del continente el poder económico de las mafias de la droga ha suplantado a los estados.
Propuestas alternativas al combate armado a los carteles surgen. Van desde concentrarse en el tráfico y no en la producción, hasta la legalización, pasando por el abordaje como un problema de salud.
En un foro reciente, estudiosos sociales y políticos coincidieron en que el problema principal actualmente en América Latina es la inserción de mafias internacionales en la política.
Se considera importante indagar el financiamiento de las candidaturas, sin dejar de lado otros problemas que pueden causar conmoción social, como: pobreza, desempleo, falta de acceso a salud y educación de calidad, entre otros.
Un nuevo objetivo social común es necesario en la región: la lucha contra las mafias transnacionales; paliar el cambio climático; la preservación de la Amazonía; lograr la paz en la región, etc.