La magia de ir repetidas veces a un mismo lugar radica en que cada vez se aprecian cosas nuevas. Cada visita se convierte en un nuevo escenario, más aún cuando se quiere retratar la naturaleza.
El paisaje quiteño nos regala cada mañana un nuevo cuadro y, cuando la luz lo permite, se puede apreciar la silueta de la cordillera oriental de Los Andes a través de las nubes.
Los primeros rayos de sol que se cuelan por estas voluptuosas masas de gas y agua hacen cambiar sus tonalidades grises por otras más cálidas. El amanecer llega y el sol empieza a esculpir sobre la geografía un sinnúmero de formas y colores que cambian cada segundo.
Esto dura un corto tiempo. Por eso, con la ayuda de la cámara del celular, se procuró captar esos instantes irrepetibles.
“En el cielo hay un huequito para mirar a Quito”, se dice.
El parque Metropolitano Guanguiltagua ofrece esta gran oportunidad de ver un nuevo día sobre los valles de Tumbaco y Cumbayá. Desde un mismo lugar, las imágenes jamás son las mismas. Esa es la magia de la naturaleza.