Las réplicas de Venus de Valdivia se venden desde USD 6 en una nueva tienda en la vía principal. Foto: Mario Faustos/ EL COMERCIO.
Antonio Orrala Salinas cuenta que su padre trabajó como ayudante del arqueólogo Víctor Emilio Estrada en las excavaciones de 1956 y 1957 en las que se descubrió la cultura prehispánica Valdivia, en esa comuna de cantón Santa Elena, al norte de la Península.
Su padre, Manuel, le heredó moldes de piezas originales, sobre todo de las icónicas estatuillas conocidas como Venus de Valdivia, halladas en el sitio sobre el que ahora se erige el museo de Valdivia. Antes del descubrimiento en el que participó su padre, sus abuelos modelaban ollas de barro, así que desde muy pequeño se inició en la alfarería.
El artesano, de 45 años, lleva 30 replicando el pasado ancestral de su comuna San Pedro, tan cercana de la vecina Valdivia que se funde con ella, separadas por una carretera. “Es como una sola comunidad”.
Junto a sus hijos Byron y Abel, de 19 y 22 años, modelan en barro y cuecen ocarinas, pitos, vasijas, vasos, representaciones de animales como venados o zarigüeyas de inspiración prehispánica, piezas en su mayoría pequeñas que luego parten a ciudades como Guayaquil o Quito, o que se comercializan en la vía principal que atraviesa las dos comunas.
Las reproducciones corresponden a diferentes culturas de la Costa: Valdivia, Machalilla, Manteña, Guangala o Chorrera. Las estatuillas conocidas como Venus, que en su mayoría son reproducidas con senos redondeados y prominentes, incluyen también figurillas embarazadas.
“Son un símbolo de fertilidad y tenían diferentes usos”, dice. Uno de ellos era pasarlas por el cuerpo y luego romperlas en rituales de curación, como se pasa ahora un huevo cuando alguien está ojeado”.
En el taller de San Pedro también producen piezas de cerámica utilitarias como portainciensos o quemadores de palo santo. “Hacemos unos vasitos difusores para quemar esencias aromáticas, pero la idea es conservar la identidad cultural y por ello le agregamos rostros de piezas de culturas valdivia o chorrera”, explica el alfarero.
“Vivimos de esto, de brindar a los turistas piezas cercanas a las originales, cuya venta está prohibida”.
El estrecho taller artesanal, a un lado de la vivienda de los Orrala , con decenas de Venus de barro en proceso de secado y en espera de cocción, está a solo tres cuadras del museo de la comuna de Valdivia, epónimo de la cultura ancestral.
Pero la comuna San Pedro también le dio el nombre a una segunda cultura precolombina descubierta en el sitio de excavación de Estrada en 1971.
En ese entonces, los arqueólogos Henning Bischof y Julio Viteri volvieron al lugar y descubrieron otro tipo de cerámica coexistiendo con la Valdivia (cultura que se desarrolló desde 5 900 años atrás, hasta hace unos 3 560 años).
La excavación y el museo de sitio están del lado de la carretera que corresponde ahora a San Pedro, por ello Bischof y Viteri llamaron a esta nueva cultura San Pedro, en honor al poblado de pescadores.
Tras el secado de hasta cinco días del barro arcilloso, que se obtiene en el sector local de Loma Alta o se trae desde Jipijapa, las piezas son sometidas a un proceso de bruñido o pulido: se aplica color natural “con una piedra suave que hacemos polvo y queda como una tiza color amarillo”.
Al polvo se agrega aceite y agua para luego pintar las piezas. Se deja secar por unos minutos y se pule con una piedra lisa. Luego se queman en horno por cuatro horas a una temperatura de 800 a 900 grados.
En la vecina Valdivia, donde los pescadores son menos numerosos y los comuneros han encontrado en la zapatería una opción de subsistencia, también se ha retomado el trabajo con réplicas precolombinas.
Jaime Beltrán, de 38 años, quemaba en un horno improvisado en la tierra moldes de máscaras manteñas y experimentando con sellos guangalas y Venus de Valdivia, en el suelo bajo, en el que se descubrió por primera vez esa cultura, que habitó toda la Costa.
“Tengo 14 años vendiendo réplicas, ahora he empezado a elaborarlas. Se necesitan cursos, porque en Valdivia hemos ido perdiendo estos saberes”, dice Beltrán.
En una tienda de artesanías de la carretera se venden los pequeños trabajos de Beltrán y de Orrala, pero las réplicas de figurines más grandes, de hasta 90 centímetros, se traen aún desde Jipijapa.