En Guayaquil, la Orquesta Sinfónica trabajo con niños del hospital de Solca. Foto: Cortesía
“Imaginen que los dedos de su mano son como las patas de una araña, que se asemejan a los soldados de un ejército en plena marcha, o que se parecen a un pequeño monstruo que se deja caer de forma relajada sobre las teclas del piano”. El que utiliza estas metáforas es el maestro Dante Anzolini, director de la Orquesta Sinfónica de Guayaquil, y quienes las escuchan con atención son Guillermo (9 años), Valentina (12 años) y Jennifer (11 años), tres niños apasionados de la música, que son pacientes de Solca.
El pasado viernes 4 de diciembre del 2020, los tres estuvieron en una de las clases virtuales que Anzolini imparte, desde septiembre de este año, a una veintena de niños que sufren algún tipo de cáncer. Esta actividad pedagógica es parte de un convenio firmado entre Solca y la Orquesta Sinfónica de Guayaquil.
En la primera clase que Jennifer, Guillerno y Valentina tuvieron frente a su piano, Anziolini tuvo que apelar a su creatividad para que, a través de las pantallas de sus computadoras, asimilen la importancia de manejar de forma correcta los músculos de los dedos de sus manos, cada vez que los coloquen sobre las teclas.
Al igual que el resto de niños que son parte del proyecto, los tres también recibieron clases de teoría musical durante los últimos meses. Anzolini está convencido de que la música no se puede aprender de oído. Por eso, se empeñó en que todos adquieran conocimientos básicos para leer una partitura antes de que se inicien en algún instrumento.
A diferencia de otros grupos con los que ha trabajado, su prioridad en estas clases no es alcanzar la excelencia musical, sino que los niños tengan, a través de la música, un espacio de recreación. “Lo que pretendemos con estas clases -dice- es, sobre todo, darles momentos de esparcimiento y de alegría”.
Durante las casi dos horas que duró la clase, Anzolini contó algunas anécdotas de su vida. Les dijo, por ejemplo, que cuando él tenía su edad no practicaba en un piano, porque su familia carecía de los recursos para comprarle uno. Así que después de las clases en el conservatorio llegaba a su casa y convertía la mesa donde comía en un instrumento imaginario.
“Decidimos impulsar este proyecto porque creo que una orquesta como la nuestra no solo tiene que dar conciertos, sino trabajar en iniciativas sociales que ayuden a las personas más vulnerables. Todo el que tenga la oportunidad de ayudar a otros debería hacerlo. Yo lo veo como algo ético”.
En el convenio entre la Orquesta Sinfónica de Guayaquil y Solca se acordó que la primera sería la encargada de la parte pedagógica, mientras que la segunda trabajaría para conseguir donaciones de instrumentos para los niños.
Anzolini cuenta que los pianos con los que Valentina, Guillermo y Jennifer tuvieron su clase práctica son las primeras donaciones que ha recibido este proyecto. El músico argentino espera que más personas y empresas se sumen a esta iniciativa, porque aún hay más de quince niños que esperan para practicar con su piano, violín o flauta.
Mientras llegan esos instrumentos, Anzolini cuenta que seguirá preparando a estos niños, con el objetivo de que en algún momento toquen en una de las galas de la Orquesta Sinfónica de Guayaquil. Sabe que la música es una actividad que convoca y mueve a la gente y también que puede convertirse en un puente para generar solidaridad y resiliencia.