La gran maestra internacional de ajedrez, Martha Fierro. Foto: Enrique Pesantes / EL COMERCIO
Es la ajedrecista número uno del Ecuador desde 1994 y una de tres grandes maestros del país (dos mujeres y un hombre). Martha Fierro reflexiona sobre los puntos de encuentro entre el ajedrez, el poder y la vida.
¿Usted también abre sus partidas con un gambito de dama?
¿Como la serie? No lo utilizo normalmente. En el gambito de dama se llega a posiciones bastante estratégicas. No es mi fuerte. Normalmente juego E4, que son aperturas más directas y con las que estoy más familiarizada. Después juego otra que se llama C4, que es bastante posicional. El gambito de dama está en el medio, yo me voy a los extremos.
Con el gambito sacrificas algo para conseguir una ventaja. ¿Cuál es la diferencia con sus aperturas?
En el gambito de dama se sacrifica material por iniciativa. Das un peón para sacar rápido las piezas y atacar. El negro es el que decide si acepta o no, puede hacer una jugada y llegar a una posición bastante sólida. En E4, por ejemplo, son posiciones abiertas donde todas las piezas tienen mucha movilidad, algunas veces hay que sacrificar, otras veces, no.
¿Es una batalla más campal?
El ajedrez es siempre una batalla intelectual. Sí, prefiero seguir mi plan, mi estrategia, no tengo que depender si el otro captura o no el peón.
Se dijo que había errores en las partidas de ‘Gambito de dama’ (Netflix) ¿Qué valor tiene la serie?
El ajedrez es perfecto (en la serie). Ha sido un hit mundial que ha acercado el juego al gran público.
¿Se sintió usted identificada?
El tema de que somos poquísimas mujeres en el ajedrez es verdad, totalmente. Cuando inicié a jugar a los 13 o 14 años en abiertos de Estados Unidos yo era la única mujer. Me pasó también que muchos hombres se molestaban por perder conmigo porque yo era mujer y -peor- jovencita. Había desplantes en ese sentido. Y otra cosa cierta es que siendo la única mujer era el centro de atracción; entonces, sentía bastante presión. Era un ruedo de miradas y a esa edad hubiera preferido tener menos atención encima.
¿Era un buen ángulo hacer a una ajedrecista protagonista ?
La explicación de por qué en el mundo hay menos mujeres con el nivel de los hombres para mí es solo una: hay poquísimas mujeres jugando ajedrez. Es un problema estadístico. Se está cambiando la mentalidad, pero muchas personas aún piensan que el ajedrez es un juego para hombres. Movilizar a una niña de 14 o 15 años a un evento, sola con su entrenador, es más difícil que con un niño de la misma edad. Y peor si es una niña huérfana como la de la historia, adoptada. Los niños están empezando a jugar a los cuatro años y se requiere de mucho apoyo de la familia para que las niñas persistan en este deporte.
¿Usted empezó tarde?
A los 13 años, bastante tarde. Me acuerdo que después de un año de empezar a jugar comencé a entrenar bastante, terminaba el colegio a las tres de la tarde y me iba entrenar hasta la medianoche, todos los días por dos años. Y así recuperé el tiempo perdido. En el 91 y 92, comencé a jugar; en el 93, quedé campeona sudamericana de mi categoría. Y desde el 94 gané todos los nacionales.
¿Enseña más la derrota?
Recuerdo que la primera vez que jugué en un provincial (Guayas), me ganaron como nueve a cero. Obtuve cero puntos, nueve personas me vencieron. Entonces me picó… Me dije: ‘¿Cómo? No puedo ser tan mala’. El año siguiente gané el provincial. Lo otro es que nunca puedes subestimar a nadie. Le había ganado a todo el mundo en un torneo de 10 grandes maestras y me tocó la última partida con la que tenía cero puntos. Perdí y con ello mi cupo a un mundial.
¿Los juegos siempre nos enseñan cosas sobre la vida?
Una decisión te puede llevar a perder todo por lo que has luchado por largo tiempo. Es básico meditar a fondo cada decisión importante.
¿Al final, aunque los peones sufren, los que pagan son los reyes?
Esos peones chiquitos son importantísimos. Hay que valorar su sacrificio. Hay que valorarlos en la vida también. Por ejemplo en una empresa, el dueño es la cabeza, pero los que trabajan son los que hacen salir adelante e impulsan el negocio. Hay que valorarlos, apoyarlos y tratarlos bien, lo mismo que en el ajedrez.
¿Lo que tiene forma de regalo puede venir envenenado?
(Se ríe) No todos los regalos. En el ajedrez hay sacrificios errados que debes aceptar como tal, porque te llevan a ganar. En la vida depende a qué te refieres por regalo, porque podría ser un tipo de actitud engañosa, que parece algo positivo, cuando es lo contrario. O podría ser que alguien te sugiera como un regalo algo que en realidad no es correcto o ético, por tanto tampoco es bueno para ti.
Eso me lleva a la política en la región ¿Le falta la previsión, la estrategia, la creatividad de un deporte como el ajedrez?
Le falta la planificación de un deporte como el ajedrez, claro que sí. El ajedrez te enseña cómo iniciar. Hay que tener planes en el medio juego, pero hay que visualizar siempre un final. Y puede pasar cualquier cosa que uno no haya analizado y uno tiene que estar listo para contingencias. Tener un plan B. Y puedes jugar bien toda la partida y al final, por desviarte de los planes, puedes perder. En países donde el ajedrez es muy querido, a menudo sus grandes maestros dirigen empresas o están en cargos políticos bastante altos, como estrategas.
Usted ha hecho parte de la cosa pública ¿Es difícil pasar estos valores a la realidad?
Sí, ejercí un año como coordinadora zonal del Ministerio de Deportes y fui cónsul en Italia hasta hace poco. El tema público muchas veces puede ser un poquito lento y es difícil llegar a cumplir las metas, pero siempre me ha gustado hacer; tienes que comprometerte y presionar. Estar en el servicio público significa trabajar fuera de las horas habituales, por ejemplo, pero no todo el mundo lo entiende.
TRAYECTORIA
Ha representado a Ecuador en Olimpiadas de ajedrez y obtuvo medallas en dos ocasiones. Fue cónsul de Ecuador en Génova (Italia) hasta marzo pasado. Es una gran maestra internacional y actual vicepresidenta de la Federación Internacional de Ajedrez.
Esta entrevista se publicó originalmente en la edición impresa de EL COMERCIO, el 4 de mayo del 2021.