La lírica ecuatoriana, en busca de más ‘comensales’

‘Réquiem por la luz’, la antología del poeta quiteño Gonzalo Escudero, tiene un estudio introductorio de Margarita Borja.

‘Réquiem por la luz’, la antología del poeta quiteño Gonzalo Escudero, tiene un estudio introductorio de Margarita Borja.

‘El ave que todo lo atropella’, la antología de Sonia Manzano, contiene un estudio introductorio de Sandra Carbajal. Foto: Archivo / EL COMERCIO

El proyecto editorial cuenta, hasta ahora, con 11 antologías de poetas ecuatorianos. Los volúmenes tienen un estudio introductorio.

En 1974, el mismo año en que falleció su hijo Pedro, el poeta cuencano Efraín Jara Idrovo escribió ‘El almuerzo del solitario’, un poema cuyo motivo central es la preparación del almuerzo a cargo de un hombre solo que reflexiona y contempla su propia existencia, a través de todo lo que pasa en su vida cotidiana. Este poema, una invitación al ensimismamiento -una actividad en desuso por estos días-, inspiró el nombre de la Antología Lírica del Ecuador que hace dos años lanzó el Centro de Publicaciones de la Universidad Católica.          

‘Réquiem por la luz’, la antología del poeta quiteño Gonzalo Escudero, tiene un estudio introductorio de Margarita Borja.

Las primeras antologías de ‘El almuerzo del solitario’ que se publicaron fueron las de Aurora Estrada i Ayala, Efraín Jara Idrovo y Francisco Granizo. Tres libros que de entrada mostraron que la intención de este proyecto editorial iba a estar centrada en conectar a las nuevas generaciones con escritores cuya obra se conocía poco, por la falta de acceso a sus textos. Meses después, a estas obras se sumaron ‘Reaparición incesante’ de Euler Granda, ‘Ebrio de eternidad’ de Paco Tobar García y ‘Con una Válium 10’ de la poeta Ileana Espinel.

La antología de Ileana Espinel lleva por nombre ‘Con una Válium 10’. El estudio introductorio fue escrito por María A. Balladares.

La riqueza de estas antologías está en el fondo y la forma. A más de la selección de textos, que en algunos casos fueron trabajados con los propios autores, cada libro cuenta con un estudio introductorio escrito por poetas y catedráticos ecuatorianos como María Auxiliadora Balladares, Rosario A’Lmea, Luis Carlos Mussó, Carlos Aulestia o Juan José Rodinás, último Premio de Poesía Casa de las Américas. A esto se suman las obras de artistas como Eduardo Solá Franco, Luigi Stornaiolo, Patricio Palomeque, Juana Córdova o Jorge Velarde, que están en las portadas y que, a veces, entran en diálogo con el mundo de los poetas.

‘El hombre que pasa’, la antología de Aurora Estrada i Ayala, tiene un estudio introductorio escrito por Rosario A’Lmea.

Hace una semana, este proyecto sumó cuatro nuevas antologías a su colección -hace unos meses también se publicó ‘Poemas levemente sadomasoquistas’ de Carlos Eduardo Jaramillo- ‘Atrás de mí queda un barrio a oscuras’ de Fernando Nieto Cadena, ‘El ave que todo lo atropella’ de Sonia Manzano, ‘Réquiem por la luz’ de Gonzalo Escudero y ‘Los días sucios’ de David Ledesma Vásquez’, un poeta guayaquileño que fue discriminado por su familia y por la élite intelectual de los años setenta.

‘Reaparición incesante’, la antología de Euler Granda, tiene un estudio del poeta riobambeño Víctor Vimos.

Las antologías que forman parte de esta colección también son un faro que ilumina la riqueza y la diversidad de poetas que pueblan las letras ecuatorianas. Los hay místicos, telúricos, periféricos, coloquiales, los preocupados por el cosmos y el mundo de las ideas pero también los terrenales que hablan de sus barrios, del gozo del sexo y el de la música y hasta los irónicos como Nieto Cadena, cuya poesía -como sostiene Juan José Rodinás- posee detalles cómicos “que sabotean el patrón patrimonial o aséptico y falsamente universal de gran parte de la poesía ecuatoriana”.

‘La canción de Lilí’, la antología de Francisco Granizo, tiene un estudio introductorio que fue escrito por Javier Calvopina.

A comparación de lo que ha sucedido con poetas como César Dávila Andrade, Jorge Carrera Andrade y Jorge Enrique Adoum, cuya obra ha tenido una mayor difusión, la poesía de los autores que forman parte de esta colección no ha contado con una circulación y publicación constante a través del tiempo. De la obra de Francisco Granizo, por ejemplo, lo último que se había publicado fue una edición, hace más de 10 años, de su obra poética completa. Algo parecido sucede con la obra de Ledesma Vásquez o Aurora Estrada i Ayala, una autora que marcó una ruptura con la producción literaria de los años 20 en el país y cuya poesía estaba centrada en reflexiones sobre el cosmos, la naturaleza y la vida de las mujeres.

‘Perpetuum mobile’, la antología de Efraín Jara Idrovo, cuenta con estudio introductorio escrito por Daniela Alcívar Bellolio.

La poesía, lamentablemente -aquí la nota de pesar aparece porque mientras escribía este artículo recordé que el poeta mexicano Octavio Paz estaba convencido de que la poesía era uno de los pocos espacios de comunión que tiene el ser humano- es uno de los géneros literarios que más esquivan los lectores, quizás por la idea errónea de que está destinada solo para iniciados, eruditos o intelectuales. Lo cierto es que la poesía puede convertirse en laberinto, espejo, faro o brújula para el lector que decida hurgar en su mundo. Si como decía Alberto Caeiro “ser poeta no es una ambición mía. Es mi manera de estar solo”, el lector de poesía podría asumir que leer a Paco Tobar García o Ileana Espinel es la posibilidad para sentirse, explorarse, pensarse y cuestionarse sin un juez de por medio.

‘Poemas levemente sadomasoquistas’, la antología de Carlos Eduardo Jaramillo, tiene un estudio de Miriam Merchán.

‘Los días sucios’, la antología de David Ledesma Vásquez, tiene un estudio introductorio escrito por Carlos Aulestia.

En varios de los libros que son parte de esta colección hay pequeñas joyas como la reproducción de ‘Sollozo por Pedro Jara’ en formato de su edición original en una sola página, lo que permite que el poema se despliegue en su totalidad entre los ojos del lector, de ‘Perpetuum mobile’; o el texto con ilustraciones de la última página de ‘El ave que todo lo atropella’, donde aparece el dato curiosísimo de que la antología de Sonia Manzano estuvo lista un 5 de marzo del 2018, 4 años después del fallecimiento del poeta español Leopoldo María Panero, quien escribió: “No es tu sexo lo que en tu sexo busco, sino ensuciar tu alma: desflorar, con todo el barro de la vida, lo que aún no ha vivido”.

‘El ave que todo lo atropella’, la antología de Sonia Manzano, contiene un estudio introductorio de Sandra Carbajal.

‘Ebrio de eternidad’, la antología de Paco Tobar García, cuenta con un estudio introductorio del poeta Luis Carlos Mussó.

Con el apoyo de la Facultad de Comunicación, Lingüística y Literatura de la Universidad Católica, esta antología espera seguir sumando nuevos ‘comensales’, autores cuya obra es una prueba irrefutable de que el país es una tierra fecunda en poetas, de mujeres y hombres que a través de su voz poética nos están invitando a sentarnos en la mesa del almuerzo del solitario.

‘Atrás de mí queda un barrio a oscuras’, la antología de Fernando Cadena Nieto, tiene un estudio de Juan José Rodinás.

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