Las fotografías de José Domingo Laso muestran a las personas y paisajes de Quito a inicios del siglo XX. Foto: Pavel Calahorrano/ EL COMERCIO.
En el estudio fotográfico de José Domingo Laso, ubicado en el Centro Histórico, había una cámara de placas que pesaba 25 kilos. Con ese artilugio de inicios del siglo XX, este fotógrafo quiteño, empezó a retratar a la élite, a los indígenas y a las plazas, calles y monumentos arquitectónicos de la ciudad.
Doscientas de esas fotografías en blanco y negro son parte de ‘La huella invertida, miradas de José Domingo Laso’, la muestra que se inauguró ayer 2 de septiembre, en el Museo de la Ciudad, (García Moreno y Rocafuerte).
Esta exhibición es el resultado de una investigación realizada por Francois ‘Coco’ Laso, -bisnieto de José Domingo Laso-, y fundador del colectivo Paradocs.
Para rescatar el legado de su bisabuelo, Laso hurgó en archivos públicos y privados durante ocho años. Entre sus primeros hallazgos estuvieron ‘Quito a la vista’, ‘Recuerdos de Quito’, ‘Álbum de Quito’, ‘Quito homenaje de admiración al heroico pueblo de Guayaquil’ y ‘Monografía ilustrada de la provincia de Pichincha’, los cinco libros que su bisabuelo había impreso en menos de dos décadas.
A estas obras se sumaron una serie de postales de tipo costumbrista, retratos en su estudio y una revista ilustrada que trabajo con Isaac Barrera y Celiano Monje, periodistas liberales de la época. Las fotografías que Laso descubrió en estos libros hicieron que vea a su bisabuelo como un gran empresario de las imágenes, pero también como un fotógrafo que respondía a los ideales modernistas de la época.
“José Domingo Laso es el heredero del costumbrismo pictórico de (Joaquín) Pinto. Laso retoma esa tradición y la transforma en costumbrismo fotográfico”. El reconocimiento que alcanzó su bisabuelo a inicios del siglo XX le granjeó su participación como uno de los cuatro peritos que certificó el milagro del cuadro de La Dolorosa en 1906.
Para Laso, las fotografías de la época cumplieron un papel muy importante en la manera de modelar la mentalidad y el imaginario de las personas. En el transcurso de su investigación descubrió que en algunas fotografías de su bisabuelo los indígenas habían sido borrados.
Este borrón -dice Laso- responde a que los indígenas y los mestizos no podían compartir el momento fotográfico debido a esta idea de modernidad que contenía una fuerte influencia del legado hispánico. “Laso imaginaba que Quito tenía que verse impecable. En uno de sus libros dice que están hartos que los fotógrafos extranjeros nos muestren como un país salvaje y conquistable porque lo único que fotografían son indígenas”.
En su investigación, Laso descubrió que su bisabuelo tuvo una mirada apasionada de la ciudad. Un fotógrafo que manejaba con soltura la composición y la previsualización de las imágenes. En sus fotos de Quito, Laso rescata el trabajo exageración y monumentalidad de la ciudad respecto a los habitantes que trabajó su bisabuelo.
La imagen que más recuerda es una fotografía del pasaje Vaca ubicado en la calle Espejo en la que se ve a dos mujeres en el perfecto gesto de la marcha del caminante cuando están pasando debajo de una escultura que en actualidad ya no existe.
La experiencia como tipógrafo de José Domingo Laso, le permitió imprimir un sello particular en sus retratos de estudio. “Cada imagen era personalizada. Iba con firma, tipografía especial y marco”.
Para Francois Laso este trabajo es la oportunidad para mostrar que por medio de la fotografía se modelan opiniones en la sociedad, y que a través de ellas se puede reflexionar sobre una época. La muestra estará abierta de martes a domingo de 09:30 a 17:30.